Anarquismo social, una corriente de futuro

Aris Tsioumas es militante en las luchas sociales griegas, Aris nos traslada en el siguiente artículo de esta nueva entrega de la revista Estudios un plan de programa político y expresión organizativa del movimiento anarquista social. Dos compañeros debaten y actualizan ese discurso para nuestro contexto. Ilustración: Crisis Valero.

UNA PASIÓN CONSTRUCTIVA

Ignacio Cardiel | CNT Zaragoza

El anarquismo
social, es un concepto útil para diferenciar entre las dos grandes tendencias
dentro del anarquismo. Centra su praxis y teoría en la libertad individual
relacionada con la igualdad y la ayuda mutua, dentro de la comunidad. La otra
tendencia, el anarquismo individualista, el centro de la praxis y la teoría es
la autonomía personal frente a la comunidad, aunque esta no sea contraria a la
asociación con otras personas. Dentro de esta división teórica, no cabe hablar
de un binarismo excluyente ya que existen multitud de matices, pero si puede
establecerse una diferenciación práctico-política o política pre figurativa, en
la cual los modos de organización y tácticas realizadas se supone que reflejan
con exactitud el futuro la sociedad que se busca.

El
artículo de, Aris Tsioumas, desarrolla un análisis partiendo de la situación
política griega, y propone una teoría y una política o propuesta de acción
entroncadas con el anarquismo social. Si bien la situación político-social
griega no es la misma que en la que actualmente estamos aquí -dados los
condicionantes políticos, económicos y sociales previos- sí que nos puede
servir a los y las anarcosindicalistas para evaluar y prever las líneas de
acción que nos han de servir para enfrentarnos a la situación en la que nos
vamos a encontrar en un futuro próximo.

La élite
capitalista está actualizando rápidamente su posición a fin de lanzar un ataque
aún más agresivo y estructurado contra la clase obrera. En el Estado español
aún encontramos resistencias desde el ámbito de la izquierda socialdemócrata y
los sindicatos de concertación en un marco que aún reconoce determinados
derechos sociales (sanidad, educación, servicios sociales, etc.). La situación
social aún no está tan polarizada y deteriorada como en Grecia, pero todo
apunta a que más temprano que tarde hemos de tomar ejemplo de las dinámicas
sociales griegas y las propuestas de acción expresadas en el artículo como
única alternativa para articular una respuesta social efectiva al reto
planteado por el capitalismo. En esa alternativa, en nuestra mano está que el anarcosindicalismo sea el
polo aglutinador de las distintas luchas sociales, articulando una respuesta
que sea una alternativa
real, práctica y efectiva.

En este
contexto, el lema de que «lo
que dijimos antiguamente sigue valiendo» ya no es una afirmación enteramente útil. Ya no estamos en el
momento en el que la CNT, dentro de los distintos movimientos sociales,
luchábamos una batalla por sobrevivir dentro de un marco social desmovilizado.
El análisis postmodernista ha penetrado fuertemente en los movimientos sociales
y la cuestión a la que nos enfrentamos es evaluar cuanto de lo que dijimos
anteriormente sigue valiendo, qué dialéctica de continuidad-discontinuidad de
nuestro arsenal teórico impulsa nuestras herramientas de pensamiento e inspira
nuestra acción. Hemos de plantear y poner en práctica alternativas reales a la
destrucción de los servicios públicos (dando alternativas o implicando a sus
trabajadores y trabajadoras en la gestión directa de los mismos) y hemos de empezar a ser capaces
realmente de gestionar los medios de producción, con ejemplos prácticos de
gestión de empresas.

El
artículo no da la centralidad del discurso y la acción al movimiento anarcosindicalista.
Hemos de entender que en Grecia no hay una organización como la CNT, que sí que
tenemos un planteamiento coherentemente enraizado y dirigido a la comprensión
profunda de las necesidades sociales, y sí que planteamos un modo del que estas
puedan realizarse basado en nuestra experiencia histórica. Pero el análisis sí
que nos da unas cuantas claves de las carencias en nuestra acción de las
cuales, si bien somos conscientes, no terminamos de ser capaces de neutralizar.

En este
momento en nuestro análisis y práctica, en busca de nuevas adhesiones a
nuestros planteamientos antiautoritarios, debemos de seguir desarrollando una
crítica a la estructura política propuesta por el marxismo. Ha de ser hecha sin
eludir los puntos en común de su teoría y, por tanto, ha de superar al
leninismo y todo lo que significa. La democracia directa, la autogestión y la
anti-jerarquía no son simples juegos dialécticos sino que son prácticas
definitorias del anarcosindicalismo que hemos de poner en valor en los
movimientos sociales. Hemos de poner en valor porque, si bien ya mismo se están
poniendo en práctica en muchos ámbitos, no están fructificando en una
determinación de que han de trasladarse a las empresas por medio del anarcosindicalismo.

Así mismo,
el anarcosindicalismo, como expresión práctica del anarquismo social, hemos de
desmarcarnos teóricamente de corrientes nihilistas, que si bien reconocemos
como una tendencia que siempre ha existido, son ajenas a nuestra concepción del
anarquismo. Concepción que es compañera de camino de otras tendencias,
enlazadas por una pasión común por la libertad social e individual. Compartimos
esa pasión y multitud de nexos teóricos, prácticos y personales, pero el anarcosindicalismo
da un giro a la expresión clásica de «construir destruyendo»,
saliendo de esa dialéctica negativa con una posición afirmativa, que se puede
expresar en la máxima de «destruir
construyendo». A través de
esta afirmación, de esta perspectiva sobre la sociedad, y dotándonos de una
profunda cultura libertaria, construimos una dialéctica cotidiana de la vida,
en la cual el sindicato es nuestra herramienta cotidiana de enfrentamiento al
capitalismo y evitando que se produzcan formaciones antisociales o elitistas
que dañarían la solvencia de nuestra propuesta.

CONSTRUYENDO LOS CIMIENTOS

Julio Franco | CNT Gráficas Madrid

«El anarquismo social, una corriente de
futuro» de Aris Tsioumas
resulta revelador en algo básico, y es que pese a estar escrito para el
contexto griego toca puntos clave que son transversales para la reflexión y
proceder de la apuesta libertaria que están a la orden del día en el contexto
español y en el mundo.

El análisis político
general de la situación social, con matices, tiene paralelismos importantes:
ofensiva capitalista y reconfiguración social de las clases, ruptura de la paz
social y aumento de la desigualdad e injusticia y cambio en el imaginario
social, los discursos y aumento de la lucha de clases. A lo que habría que
añadirle el quiebre de la legitimidad monárquica, el aumento del discurso
populista, el fascismo sin careta y los nacionalismos.

Uno de estos puntos clave que tiene el
texto, y que se ha evidenciado más si cabe desde el nacimiento y evolución del
15M, ha sido la falta de
un programa a corto y medio plazo con el que poder desarrollar nuestra implicación en los
procesos de lucha. Este programa, coincido con el autor, debemos
trazarlo desde las necesidades sociales que tenemos los trabajadores (vivienda,
educación, salud, trabajo, cultura…) porque es desde éstas donde podemos dar
soluciones a la desigualdad social y construir las relaciones sociales que
queremos para el futuro. Para ello, veo evidente que quienes estamos en mayor o
menor medida implicados en estos procesos de lucha compartamos nuestra
experiencia y posibles líneas de trabajo.

Este compartir de
experiencia es algo que va relacionado con el hecho de construir una
organización específica que dote a los anarquistas sociales de una herramienta
que multiplica las fuerzas y las inteligencias. Abre espacios
para el desarrollo de análisis sobre las situaciones sociales en distintos
ámbitos y genera estrategias de cara a marcarse trabajos de propaganda y  prácticos constructivos potenciando la
participación en distintos espacios sociales de lucha. También es importante que
en estos espacios sociales de lucha las anarquistas sociales nos dotemos de
herramientas para la discusión, el debate constructivo y el intercambio de
experiencias con otros luchadores.

Hay que tener claro que
tanto el sindicato, la organización específica, como un programa de nada sirven
si nuestra militancia no se lleva a cabo en la vida social, con nuestros
compañeros de trabajo y barrio (en el sindicato, asociaciones, centros
culturales, cooperativas, huertos comunitarios, colectivos varios, familia, amigos…)
ya que es ahí como podemos ser partícipes del desarrollo de la movilización
social y la transformación de la sociedad con nuestro ejemplo.

De cómo nos relacionamos con nuestro entorno inmediato
dará buena muestra de las posibilidades de proyectar nuestras propuestas de
forma exitosa. Por eso mismo es importante fomentar una cultura
obrera abierta a la discusión de la diversidad de opiniones, tendiendo a sumar
y a la unidad práctica en las cuestiones comunes frente a las agresiones de las
políticas capitalistas que son cada vez mayores. Todo esto favorece la creación
de unas dinámicas políticas de experiencias colectivas que enriquece la madurez
del pueblo que se organiza por sí mismo. Esta riqueza se palpa con más brazos,
más enfoques, más actividad, más fuerza, más organización, más evaluación de
fallos y aciertos, etc… que hace que los militantes ganen en capacidad y
conocimientos, y además, en aquellas actividades en las que están implicados
favorecen redes de simpatía que son muy necesarias para avanzar y construir.

Las implicaciones que
tiene el deseo de un pueblo que es capaz de organizar la vida económica,
política y cultural por sí mismo, sin necesidad de gobiernos y estados, son de
gran calado, lo que nos debe obligar a tener una amplitud de miras y
contextualizar nuestro momento histórico del siglo XXI, sobre todo cuando nos
planteamos un proceso revolucionario como el descrito que requiere una
movilización social muy amplia de la que nosotras seremos una parte de la misma
(esperemos que la más determinante). Para ello necesitamos la transformación de
los valores imperantes capitalistas por otros más avanzados (solidaridad, apoyo
mutuo, equidad, libertad y dignidad) en todo aquello que se va construyendo y
organizando. Este cambio de valores fomenta que las dinámicas dentro de las
organizaciones sociales tiendan a la democracia directa, el compromiso y la
autogestión. También genera de manera progresiva unas herramientas de
capacitación e inteligencia colectiva entre los trabajadores para resolver sus
problemas por sí mismos.

Para terminar, no hay
que dejar pasar de largo, que el imaginario social y los estados psicológicos
de euforia o apatía en el pueblo se ven influidos según los acontecimientos
políticos colectivos e individuales, es por eso que de nosotros mismos depende
capacitarnos para aprovechar o excitar en el conjunto social hechos de
esperanza, de entusiasmo, de ilusión sobre un proyecto libertario que se vea
como factible y que aporta mecanismos para hacer soñar en el presente con otro
mundo nuevo y mejor.

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