Reflexiones sobre la huelga del 29M

En la pasada huelga hubo quienes se quejaron de que pusimos trabas al
ejercicio de su derecho al trabajo en los diferentes piquetes que
realizamos.

Ante todo nos gustaría llamar a las cosas por su nombre y decir
las cosas claras. Tú, al igual que nosotros/as, vas a trabajar porque
tienes que comer todos los días, pagar la vivienda, el coche, la tele,
etc. En definitiva, un día cualquiera vamos a trabajar no porque
ejerzamos nuestro derecho al trabajo sino porque nos vemos obligados a
ello para poder vivir.

Trabajar es una necesidad, no un derecho.
Todos/as tenemos derecho a satisfacer nuestras necesidades, pero
trabajar de forma asalariada es una imposición y no una manera justa en
la que muchos/as creemos que debería organizarse el trabajo.

Hay numerosos motivos para que no fueses a la huelga: miedo a
perder el empleo, crítica a los sindicatos vende obreros, no perder el
sueldo de un día. Todas ellas muy legítimas pero, ¿por qué los piquetes
se enfadaron tanto con los que optaron por estos motivos? Primero
recordemos qué es una huelga. Una huelga es la última opción de lucha de
los/as trabajadores/as asalariados/as cuando el resto de opciones se
han agotado; la organización en el centro de trabajo, la realización de
asambleas para determinar qué es lo queremos y cómo podemos defender
juntos/as nuestros derechos, es algo esencial para empezar a
organizarnos entre iguales sin liberados/as ni comités de empresa que
decidan por nosotros/as.

Un trabajador asalariado es el que vende su tiempo y su capacidad
de trabajo a un tercero a cambio de una compensación económica. Para
que el tercero tenga interés en comprar este trabajo, ha de sacar un
beneficio. La diferencia entre lo que el asalariado recibe y el valor al
que se vende lo que produce, se llama plusvalía y es lo que se queda el
dueño de tu empresa. Esa plusvalía es la que paga las oficinas o la
fábrica donde trabajas, el sueldo de toda la estructura jerárquica y
burocrática (su trabajo no es directamente vendible) y los lujos
personales de todos ellos. Todo eso sale directamente de tu trabajo.

Hay un indudable conflicto de intereses en la medida en la que
cuantos más lujos tengan ellos, teniendo en cuenta que estos salen de tu
sueldo, menos tendrás tú.

Es posible que estés conforme con la parte que te dan de lo que
generas, con las condiciones que tienes actualmente e incluso que creas
que los pequeños lujos que vas pagando a plazos no merecen ponerse en
juego por un día que, a fin de cuentas, “no cambiará nada”. Ahora
piensa en tus compañeros/as, en tus hijos/as, en tus amigos/as: ¿cuántos
están en paro?, ¿cuántos están expuestos a un despido inminente?, ¿qué
crees que pasará contigo cuando envejezcas, tu salud se deteriore y
tengas que faltar más al trabajo?, ¿seguirás defendiendo entonces la tan
cacareada flexibilidad laboral?

No se lucha sólo por egoísmo personal, sino en solidaridad ante
unas reclamaciones justas. Es claramente injusto que haya 5 millones de
personas a las que se les niegue la posibilidad de trabajar, mientras
que el resto está echando horas extra. Es claramente injusto que
mientras tenemos que hipotecarnos por 30 años para pagar una casa, el
gobierno pague con nuestros impuestos el sueldo desmesurado de los
directivos bancarios que han quebrado el país.

Si nos enfadamos, compañero/a, es porque el 29M preferiste pan
para hoy y hambre para mañana. Preferiste dejar ganar a tu miedo a
perder el trabajo en vez de intentar construir un mundo nuevo.
Recuerda que con tu decisión de ir a trabajar en un día de huelga no
sólo decides por ti, decides por mí y por todos/as. Piensa en las
condiciones de la época de tus padres, y piensa las que hay ahora. Ahora
piensa en las que quieres para mañana y vence tu miedo.

Teniendo todo esto en cuenta, ¿sigues pensando que ir a trabajar
es la mejor opción para los/as trabajadores/as en un día de huelga?

Sección de Teleco. y Servicios Informáticos de Madrid

informaticamadrid.cnt.es

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