Anarcofeminismo cotidiano

EDITORIAL | Secretaría de organización del SPCC de la CNT | Ilustración: La Tira de Rita, por Pepe Farruco | Extraído del cnt nº 426.

Disculpad que empiece hablando de la omnipresente pandemia, de la que no podemos librarnos ni un minuto, pero en las inacabables idas y vueltas, órdenes y contraórdenes, pensamientos y actitudes inducidas por los medios y los poderes, han aparecido, de repente, los «allegados», como seres a los que se otorga la gracia condescendiente de pertenecer a nuestros círculos y de poder relacionarse, vía ordenanza, con nosotras en lo que se viene a llamar «Fiestas».

También es cierto que, casi inmediatamente, eso ha desaparecido en casi todas las comunidades autónomas y se ha vuelto a la familia de sangre e institucional como único nexo legal de sociabilización entre personas.

Un hermoso ejemplo de como la familia, en su definición y estructura tradicionales, nos afecta y oprime profundamente incluso en los menores detalles y es absolutamente necesaria para la reproducción patriarcal.

Puede parecer un tema menor, pero significa que la capacidad de decisión individual y/o colectiva de quienes han de ser parte de nuestras vidas e incidir en ellas, también está marcado por el Poder.

Estar atentas a la realidad, ponerla en continuo análisis para poner en evidencia las antiguas, nuevas y permanentes opresiones… y buscar formas de combatirlas.

¿Anarcofeminismo y allegados? Bien, se trata de una excusa, de un autorecordatorio de nuestros objetivos y, yo diría, obligaciones.

Si el Anarcofeminismo es, a diferencia de otras corrientes, bebiendo de nuestras mayores (en los años 60 del siglo xx se empezó a hablar de que lo personal es político, que ya es lo que decían Mujeres Libres) y del anarquismo que le es propio, una ideología universal, que no engloba solo lo laboral o social, sino que atañe a todo… y por tanto ha de ser forma de vida… Es decir, el camino más lógico a la liberación pero no precisamente el más fácil, una de las premisas es estar atentas a la realidad, ponerla en continuo análisis para poner en evidencia las antiguas, nuevas y permanentes opresiones… y buscar formas de combatirlas.

Sin que eso signifique, por supuesto, que seamos sólo reactivas a los «ataques» externos. Tenemos la obligación de crear pensamiento propio que nos lleve mucho más allá («la mirada en lo azul») de la mera actualidad. Y recordar que la emancipación está bien, pero que nuestra meta es la liberación.

Retos. Para el capital y el poder, y para una sociedad patriarcal que sólo ha cambiado superficialmente (de hecho, se ha maquillado), los privilegios son golosos, no desaparecen solos porque se les pida amablemente. Lo que nos lleva a otra premisa que nos diferencia: las libertades se conquistan y los privilegios se aniquilan. Eso es igual de cierto ahora que siempre.

Hoy es particularmente necesaria esa vigilancia pues, tradicionalmente, en los momentos de crisis, uno de los primeros afectados son los derechos de las mujeres. No es necesario ni tan solo que hayan provocado la crisis, la aprovechan, y buscan nuevas formas de devolvernos a la cueva, a la merma de derechos sociales y laborales… y vitales. A volvernos a meter en casa, a poner en suspenso los pocos progresos conseguidos en nombre del «bien común», etc.

Consciencia de nosotras mismas, de nuestras diversas esclavitudes, de la necesidad de capacitación y de la organización colectiva desde la individual y, sobre todo, el deseo de muchas revoluciones anarcofeministas, tan necesarias.

Escribía Lucía Sánchez Saornil, en «La cuestión femenina en nuestros días» (es verdad que se refería a otro tema, pero es absolutamente extrapolable a nuestro tiempo… como casi todo lo que emana de Mujeres Libres): «Pero cuando el campo parecía despejado, un nuevo dogma —éste con aparentes garantías científicas— obstaculiza el camino de la mujer levantando nuevos valladares a su paso; y es de tal calidad que por un momento ha debido dejarla pensativa.»

Dicho esto, un brindis para «los allegados» y para todas nosotras los deseos: consciencia de nosotras mismas, de nuestras diversas esclavitudes (algunas muy internas), de la necesidad de capacitación (no nos engañemos, los tiempos han cambiado y adolecemos de nuevos tipos de analfabetismo) y de la organización colectiva desde la individual y, sobre todo, el deseo de muchas revoluciones anarcofeministas, tan necesarias.

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