Cuando el silencio es represión

DOSIER Represión | VITORIA | Ilustración de Karma | Extraído del cnt nº 430

Esta es parte de la historia de seis mujeres (ex)presas. Ellas son Clara Luz, Conchi, Helena (de Troya), Jenny, Kira y Saila. Sus nombres son ficticios para facilitar su anonimato y representan a algún familiar, animal, mote de prisión o personaje de la mitología. Cada uno tiene su propio significado. A través de seis entrevistas en profundidad y siguiendo el lema de “lo personal es político” de las feministas radicales en los años 70, nos acercaremos a la realidad de las mujeres encarceladas en los Módulos de Respeto (MdR). A continuación, intentaré servir de pequeño altavoz y presentar algunas pinceladas de la investigación. Empecemos por el principio, para abordar esas formas más sutiles, y silenciadas, de castigo en prisión.

Las instituciones de encierro para las mujeres tienen unas características comunes en el devenir de su historia: la escasa representación del relato de las mujeres encarceladas; la falta de documentación histórica; y, un tratamiento común, que no ha variado mucho a lo largo de la historia, relacionado con la concepción de la criminalidad en las mujeres y con un trato de corrección muy moralista, asociado a los roles de género. Delito para los hombres, pecado para las mujeres; y, la eterna doble condena, romper con las normas sociales y de género.

Los MdR son una tipología de encierro especial dentro de las prisiones, al igual que están los módulos ordinarios (o conflictivos) o los módulos terapéuticos. Un sistema de organización basado en una normativa de comportamiento diaria extra. Consisten en grupos de trabajo, asambleas y comisiones, traducido en que las presas desempeñan funciones de control y organización sobre las compañeras: funciones del funcionariado. El objetivo es un comportamiento pautado basado en el respeto, un horario y unas tareas diarias muy definidas.

Los Módulos de Respeto (MdR) consisten en grupos de trabajo, asambleas y comisiones, traducido en que las presas desempeñan funciones de control y organización sobre las compañeras: funciones del funcionariado.

Tienen que pasar 30 años de democracia para tener en cuenta la desigualdad estructural sufrida por las mujeres. Así en el 2009, se promueve el Programa de Acciones para la Igualdad en las prisiones, donde se propone una implantación progresiva de los Módulos de Respeto. Efectivamente, ya solo en el año 2012, el 42% de las mujeres presas se encontraba en MdR. Sin embargo, la única mención a las mismas en los documentos oficiales de reglamento de MdR, es un pequeño párrafo de cuatro líneas. En resumen, los MdR están pensados para hombres.

Además, el MdR supone una reglamentación a mayores de las normas establecidas en la LOP, porque regulan todas las facetas de la vida, lo que Paz Francés (2015) señala como un régimen ilegal, pues excede el ordenamiento jurídico. Además, la característica de voluntariedad no es tal para las mujeres. La mayoría de mujeres se encuentran en módulos específicos dentro de prisiones de hombres y, si una cárcel decide implantar un MdR para mujeres, no les quedará más que aceptarlo o irse a otra cárcel, con las consecuencias de dispersión y desarraigo que conlleva para ellas. Vamos a ver algunas pinceladas de los discursos de nuestras protagonistas, analizados desde una óptica crítica feminista.
La excesiva importancia concedida al cuidado y a la limpieza de forma obligada y sin remuneración en los MdR, son partes intrínsecas de la estructura de género para las mujeres. Una de las entrevistadas fue interna de apoyo:

“Hay cosas que las tienes que hacer porque si, sin cobrar, como servir la comida o limpiar el módulo, (…) la limpieza y el orden es como un acto de lo civilizadas que somos, lo haces como contribución a una especie de entrenamiento, de convivencia social. Una trampa como una casa porque se ahorran dinero. En muchos casos el MdR es una doble trampa porque hacemos de funcionarias y hacemos trabajos de ordenanza no remunerados. (Helena, Pamplona)


«Entre semana tenía que estar trabajando y cuidando a las personas que venían de cunda no?, o las que estaban mal que venía de 75. Que eso era doble condena, yo he pasado doble condena, bueno que te digan las de aquí, las del centro (…) te comes tu cárcel más la cárcel de la que estás acompañando, su condena, porque estás 24 horas, ellas están chapadas, tú también con ellas, porque la estás acompañando a través del cristal o de la misma habitación para que no se suicide, para que no (…) tienen que estar aisladas, tienes que estar tú a cuidarla, también te tienes que chupar los 75 de ellas (…) yo estoy pagando bien aquí entonces, digo yo pensaba que esto era… me cago en la mar, si, salgo los fines de semana, pero joder, me estoy comiendo aquí las depresiones de todas, que salgo a mi casa y estoy todo el día llorando.» (Saia, Zabaia)

La reproducción del género en las actividades y trabajos. No se encuentra ninguna medida enfocada a la igualdad en este aspecto, la mayoría de actividades son de ámbito doméstico; “unas señoras muy majas ¿no? Que nos enseñaban a hacer punto de cruz” (Kira, Martutene). “Luego hay costura, que allí iban casi todas (…) ahí iban mañana y tarde. Hacían costura todos los días, hacían costura. (Helena, Pamplona)

La infantilización de las conductas, a través de la exigencia exhaustiva de normas, la limitación de decisiones personales y la inseguridad generada por la obligación de pedir permiso para cuestiones superfluas, son una forma más de control sobre las mujeres. Por ejemplo, una interna comenta acerca de las normas:

«Mantener el módulo limpio y más o menos es como un colegio ¿no? Que vuelves allá a tu infancia o sea, no puedes discutir porque si no te llevas un negativo (…) que tienes que estar con ropa no tan corta, tener el horario estipulado (…) y para cenar igual no te puedes levantar antes porque tienes a la presidenta vigilando el tiempo que estás (…) Entonces tú tienes que dirigirte a ellos como don, como seño, (…) no, para mí, el respeto al ser humano, independientemente de lo que haya hecho, es mucho más de esto, pero si a eso se le llama en la sociedad reinsertar, pues qué vamos a hacer.» (Jenny, Zabaia)

La ingente medicalización, es una herramienta más de control sobre las mujeres. El tratamiento médico a través de fármacos, para problemas del sueño o malestar psicológicos, individualiza la situación de malestar, contribuye a la sumisión, en vez de despejar el origen común y subvertir la situación:

«Están muy medicalizadas, hay una compañerita allá que todavía sigue allá que es tanta la medicación que ingiere que se mete en la ducha, se enjabona y sale con el pelo así todo tieso, y ya, ya está duchada, el pelo todo enrujado y pretujado y ella ya está (…) De la medicación, no droga, sino medicada (…) si llaman es para que sigan tomando medicina, para que sigan durmiendo, es un caso muy triste ¿no?» (Clara Luz, Zabaia)

Algunas internas denuncian la falta de credibilidad por parte del funcionariado y la falta de personal especializado disponible. Saila, tuvo un teratoma de doce centímetros. Fue diagnosticada muy tarde y operada de urgencia:

«Hay funcionarios que igual tú llevas tocando toda la noche y no te hacen ni caso porque has dado la lata también toda la semana que te dolía (…) Yo, por ejemplo, cuando me pasaba lo de las tripas, yo vomitaba sangre y todo, me ponía amarilla e hinchada, hasta que me han operado y eso me ha costado… ahí te dan unas pastillas y venga, a dormir, hasta que me vieron toda la sangre (…) y me dijeron en urgencias que es que eso me iba a explotar ya.» (Saia, Zabaia)

En definitiva, el funcionamiento del MdR atraviesa el día a día en el desarrollo de la persona en prisión. Si añadimos los mecanismos patriarcales operativos en todo el sistema, resulta la acentuación de las normas de género hacia las mujeres. En otras palabras, la redomesticación, la infantilización, la medicalización y el despojo del yo son consecuencias del encierro. Conchi (Zaballa) es clara y contundente en la utilidad del módulo; “no sirveparanada”.Lasmujeressuponenel 7,2% de la población presa. La atención al tratamiento y a los aspectos específicos de colectivos minoritarios es crucial para conseguir una sociedad libre de opresión. Porque como dijo Adrianne Rich, “En un mundo donde el lenguaje y el nombrar las cosas son poder… el silencio es opresión y violencia.”

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