Estado de alarma dentro de los centros de exterminio del estado

OTRAS MIRADAS | Barcelona | Ilustración de El Bellotero | Extraído del cnt nº 426

Las condiciones de vida en prisión nunca han sido y no pueden ser saludables. Y no solamente por la insuficiente atención médica: el encierro prolongado daña profundamente la psique de las personas. Pasar una temporada preso o presa tiene también consecuencias físicas: entumecimiento muscular, pérdida de visión, olfato y oído a largo plazo, son solo algunas de las secuelas físicas. Todo ello se agrava de forma muy especial para las casi mil personas presas que cumplen condena en régimen de aislamiento penitenciario.

El régimen de aislamiento penitenciario implica una limitación de las salidas al patio (entre 2 y 4 horas al día, o hasta 6 horas en Catalunya), limitación de los contactos con otras personas presas, cacheos y registros diarios, cambios continuos de celda, limitación de los objetos permitidos, comidas en solitario, restricción del contacto con los funcionarios, negación de los permisos de salida, restricción de las comunicaciones con el exterior (limitación a dos cartas semanales), negación o limitación de actividades culturales, deportivas y espirituales. La falta de contacto humano y de actividad se traducen en un perjuicio serio sobre la salud física y mental de quienes lo sufren, cuando no acaba directa y definitivamente con sus vidas. Además, se trata de espacios donde en muchos casos se favorece que se den abusos por parte de funcionarios. Evidentemente, resulta inviable pensar en la educación o reeducación de las personas presas.

Los casos de COVID-19 entre la población penitenciaria no ha dejado de subir en las últimas semanas y actualmente hay unos 76 casos activos sólo en Catalunya. En Catalunya, algunas de estas personas han sido trasladadas al Pavelló Hospitalari Penitenciari de Terrassa, pero positivos asintomáticos o con síntomas leves han sido tratados dentro de enfermería de los mismos centros penitenciarios y algunos aislados dentro de sus celdas o módulos. Hay módulos enteros confinados en todas las cárceles del Estado, limitando aún más la actividad de las personas presas y la de sus familias y allegadas, ya que no pueden moverse para realizar ningún tipo de actividad. De hecho, desde el último toque de queda han quedado suspendidos los locutorios, vis a vis y llamadas telefónicas en muchas cárceles del estado, como en Mas Enric y Ponent en Cataluña, Zuera en Aragón, y otras cárceles como las de Sevilla y Murcia II.

El régimen de aislamiento penitenciario implica una limitación de las salidas al patio, de los contactos con otras personas presas, cacheos y registros diarios, cambios continuos de celda, restricción de los objetos permitidos, comidas en solitario, negación de los permisos de salida, acotación de las comunicaciones con el exterior. La falta de contacto humano y de actividad se traducen en un perjuicio serio sobre la salud física y mental de quienes lo sufren, cuando no acaba directa y definitivamente con sus vidas.

En Catalunya, el cierre perimetral de los fines de semana decretado el pasado 29 de octubre, limita más aún las visitas a las familias, y algunas de ellas denunciadas por salir de su municipio para ir a visitar a sus internos. A pesar incluso de que el Departamento de Interior hiciera público un justificante de autorresponsabilidad para poderse desplazar a los centros penitenciarios. Gran parte de la población reclusa y sus familias no tiene acceso a internet o no sabe encontrar o imprimir estos documentos, una de las causas de las sanciones administrativas.
Esta situación ha provocado entre la población penitenciaria y sus familias y entidades de defensa de los derechos humanos, como Families de Presos a Catalunya, Sirecovi, CAMPA, Iridia, Salaketa… que se hayan movilizado y coordinado para exigir al departamento de Justicia la aplicación de medidas urgentes para garantizar el respeto de los derechos fundamentales de la población reclusa, pidiendo medidas sanitarias y de movimiento, sin obtener ningún tipo de respuesta ni resultado.

Estas medidas van dirigidas para garantizar la comunicación con el exterior de las personas privadas de su libertad, como:

  • Que las internas confinadas en módulos de enfermería, se encuentren en condiciones dignas en todo momento.
  • Que se establezca un canal de comunicación permanente de la situación de las cárceles en cuanto a la incidencia del COVID-19.
  • Adopción de medidas que permitan la reducción de la población reclusa, como el otorgamiento de 3er grado, adopción de mecanismos por el cumplimento de la condena en libertad o semilibertad, o la excarcelación de personas mayores de 65 años, mujeres embarazadas o madres con hijos/as dentros de las prisiones y de personas enfermas crónicas.
  • Garantizar el método preventivo (mascarillas, gel, jabón …) y la limpieza de locutorios y cabinas telefónicas.
  • Garantizar 5 llamadas gratuitas semanales, ya que hay personas que sus familiares están en el extranjero y no tienen ningún tipo de ingreso para realizarlas.

Actualmente la población penitenciaria en Cataluña superó las 8.000 personas y 1.627 de estas personas se encuentran ya en tercer grado o tienen permisos de salidas puntuales por su conducta. Cerca de más de 300 personas superan los 70 años de edad, y unas 650 tienen enfermedades crónicas, como el VIH o tuberculosis. Si se realizara las excarcelaciones solicitadas, la población penitenciaria se reduciría un 32%.

Nos parece indignante que las personas presas se vean privadas de tener mínimo contacto con familiares y amigxs a través de locutorio, por el momento de manera indefinida y sin ofrecer alternativa alguna. Aunque esto no nos extraña, ya que desgraciadamente en las prisiones del Estado español, se toma por costumbre ocultar e ignorar las necesidades de las personas presas, en este caso afectivas y de contacto con el exterior.

En relación al uso de mascarillas, Families de Presos a Catalunya ya informó hacia final de marzo que tras haber hecho llegar unas 1.800 unidades confeccionadas en tela en casas y talleres particulares, no habían sido entregadas a las personas presas y que éstas no habían sido informadas del porqué de la cuestión. A día de hoy, la información que llega es que todavía no han recibido estas mascarillas. En cuanto a la distancia de seguridad, basta conocer algo sobre los espacios y las dinámicas en la cárcel para darse cuenta de que es prácticamente imposible cumplirla.

Si optamos por confiar en las estadísticas ofrecidas por Instituciones Penitenciarias, debemos alegramos al observar que a pesar que las medidas hayan llegado más tarde de lo deseable y hayan podido resultar arbitrarias o incluso innecesariamente severas, la COVID-19 no ha derivado en una catástrofe en el interior de las prisiones.

Por último, destacar que las personas presas han sido y son las principales responsables de la no transmisión del virus dentro de las cárceles. Desde el principio y a pesar de la escasez de información, medios y recursos a la que han sido sometidas, han sido ellas mismas las que han puesto en marcha estrategias de autocuidado, cuidado del resto y responsabilidad colectiva.

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