La Huelga General, acción y lucha

DOSIER Derechos Laborales | Vitoria-Gasteiz | Ilustración de Lolomotion | Extraído del cnt nº 427.

La huelga general es un derecho subjetivo regulado consistente en el paro de la actividad laboral promovido tras acuerdo por parte de los y las trabajadoras. Durante su duración, la relación jurídica entre personas trabajadoras y patronales queda suspendida. Por tanto, también queda suspendido el derecho a percibir un salario. Es decir, el derecho a la huelga tiene un precio para quien lo ejerce. El asunto no es baladí teniendo en cuenta la precariedad salarial de multitud de tareas. Tampoco lo es la necesidad del acuerdo, en un panorama dibujado por la inestabilidad laboral, el triunfo de los privilegios, el nomadismo impuesto por la temporalidad, y la fragilidad relacional que abunda en los centros de trabajo. Los costes para los Estados y la patronal están aún por demostrar. A menudo, la carga de trabajo es diferida y subsanada al finalizar el período de huelga y los gastos son sufragados entre personas trabajadoras y población beneficiaria.

La eficacia de la huelga general como herramienta de lucha para el sindicalismo de combate queda probada por los encorsetamientos a que ha sido sometido este derecho. Tanto la prohibición de las huelgas salvajes como el establecimiento de los servicios mínimos dan cuenta de ello.

La eficacia de la huelga general como herramienta de lucha para el sindicalismo de combate queda probada por los encorsetamientos a que ha sido sometido este derecho. Tanto la prohibición de las huelgas salvajes como el establecimiento de los servicios mínimos dan cuenta de ello. Dice el diccionario que salvaje es aquello que crece sin cultivar o sin domesticar; que es lo cruel, y lo inhumano. Se trata de algo difícilmente medible pero deviene comodín susceptible de ser usado arbitrariamente para reprimir, tergiversando asuntos de naturaleza ética y social y mostrándolos como delictivos. Es concepto fácilmente aplicable a muchas de las medidas que adoptan Estados y patronales. Sin embargo, éstas siendo salvajes se nos presentarán como necesarias en términos de defensa de los intereses, que aun siendo de unas pocas personas, los de los oligarcas, serán disfrazados de comunes.

Trabajadores y trabajadoras ejercemos el derecho a la huelga cuando otras vías han sido agotadas o cuando estamos, nosotros mismos, agotados. La huelga es reivindicación no escuchada y demostración de fuerza. Una mirada rápida a las estadísticas del Estado español da cuenta de las siguientes cifras anuales desde el año 2005 de huelgas convocadas: 669; 779; 751; 810; 1.001; 984; 777; 878; 994; 777; 615; 641; 730; 726; y, 898 en 2019. La relación de jornadas no trabajadas por persona oscila entre día y medio y casi cuatro días. Que las finalizaciones de la huelgas acontezcan sin acuerdo es la tendencia general. Para quienes se refugian en el inmovilismo y la desesperanza, serán datos suficientes para asegurar que ese no es el camino adecuado. Sin embargo, quiero defender la huelga general no solo como medida impostergable, sino como herramienta de supervivencia, en un escenario en el que trabajamos para ser pobres y en el que nuestras voces no se oyen porque muchos ruidos las anulan.

Uno de esos ruidos es la casi gratuidad del despido que suena al ritmo de la dilación de los conflictos laborales en los tribunales de lo social. Otro sería la flexibilidad laboral, que como estrategia de control de nuestros cuerpos y nuestras vidas conviene a las tecnologías de gobernanza neoliberal, y que, sobre todo, se ensaña con ciertos colectivos: la juventud —laboratorio de experimentación de la explotación; las mujeres —territorio para la discriminación, la esclavitud y la opresión, productivas y reproductivas; y, la población migrante —convertida en muro de contención moldeable al antojo de los intereses de la patronal, y susceptible de traducirse en clave expiatoria frente a los malestares del resto de la clase trabajadora.

Trabajadores y trabajadoras ejercemos el derecho a la huelga cuando otras vías han sido agotadas o cuando estamos, nosotros mismos, agotados. La huelga es reivindicación no escuchada y demostración de fuerza.

Pero no son los únicos ruidos. Las personas desahuciadas, desempleadas, desposeídas, y desheredadas emergemos en escena como resultados de trayectorias y cuestiones individuales y no lo somos. La desvinculación entre consecuencias del fracaso de un sistema explotador y sufrimientos de millones de personas libera de responsabilidades a los Estados y a la patronal. Quedan exentos impunemente en su aberrante dejación de funciones, y se exculpa su avaricia insaciable. Ahí radica la importancia de la huelga general; una huelga en la que participemos ciudadanas y ciudadanos, con empleo o sin él, más allá del sector y del municipio, sin producir y sin consumir.

Por último, otros ruidos abundan cuando a las huelgas responden deslegitimando razones de fondo; minimizando motivos que las originan; sobredimensionando los disturbios, mostrándolos como vandálicos; y, criminalizando la protesta social.

Cuando trabajar no es suficiente para vivir dignamente, y nos sermonean con austeridades que nos ahogan al tiempo que desahogan a quienes menos lo necesitan, la huelga se convierte en herramienta de supervivencia ante la deriva despótica, salvaje y neoliberal adoptada por la patronal y los gobiernos.

Asistimos a la desposesión material de los derechos tradicionalmente asociados a la condición de personas trabajadoras, que nos permitían alcanzar y mantener unas mínimas condiciones de vida dignas. Concurre la desposesión de coherencia entre las experiencias y proyectos de vida, en relación a lo laboral por oposición a lo no laboral. Es, además, desposesión que abarca pasados y presentes, proyectándose en futuros imposibles. Por eso, la huelga es única herramienta de supervivencia, porque seremos los próximos y las próximas en el despojo, sustituibles como bien nos enseñaron en el centro de trabajo. Es la huelga general la que contesta rebelde a la trampa que nos han tendido queriéndonos hacer creer que eran las subjetividades y las significatividades identitarias lo perentorio. Nada más significativo y apremiante que querer comer cuando tenemos hambre, dormir bajo un techo cuando estamos cansadas y ser atendidas en un hospital si no estamos bien.

Será huelga general para demostrar que somos fuerza social, cuerpo mayor y más potente que la suma de sus partes. Será huelga general vivida como posibilidad de transformación social y antesala de la revolución social.

RSS
Follow by Email
WhatsApp