Desde el pasado 1 de febrero de 2025, seis trabajadores del servicio de grúa municipal de Sevilla fueron despedidos tras la entrada de la empresa Setex Aparki, adjudicataria del contrato con el Ayuntamiento. Algunos de ellos con contratos indefinidos y años de experiencia. Desde entonces, llevan más de cuatro meses en lucha, sin ingresos, sin respuesta institucional y con la única compañía de la CNT, el sindicato que ha respaldado su causa de principio a fin.
“No quieren escucharnos. Comisiones nos dejó el primer día. Como éramos de la CNT, dijeron que no, que se llevaban todos comisiones o no llevaban nada”, denuncia una de las trabajadoras afectadas, quien no solo fue despedida de forma fulminante, sino también ignorada por el resto de sindicatos con representación en el sector. El conflicto ha ido más allá del despido: es una cuestión de dignidad, de justicia y de resistencia.
En mayo, tres de los trabajadores —entre ellos Carlos e Inma— iniciaron una huelga de hambre encerrados en el Ayuntamiento. Su única exigencia: ser escuchados. “Solo reclamamos una cita con el alcalde. Queremos hablar con él y con nuestro abogado para decirle: siéntate con nosotros, que te vamos a demostrar la verdad”.
Pero lo que han recibido ha sido indiferencia institucional y desprecio empresarial. “En Recursos Humanos nos dijeron que antes muertos a que nos tuvieran que readmitir”, cuenta la trabajadora. “Nos han quitado el trabajo de un día para otro, lo tienen todo muy bien planeado. Se han deshecho de quienes les costábamos menos. No es justo”.
El alcalde, José Luis Sanz, ha repetido que “no es un asunto político” y que la responsabilidad es de la empresa. Pero los trabajadores no lo aceptan: “Daremos caña hasta que el alcalde quiera, porque es él quien tiene que atendernos. Esto es un servicio público”.
La presión no ha cesado: reuniones, protestas, denuncias. Esta misma semana, se reunirán con la concejala de Podemos y entregarán toda la documentación que demuestra lo ocurrido. “¿Cuál es la estrategia? Vamos a poner denuncias, a ver si les metemos miedo. El sindicato CNT está intentando que el alcalde nos reciba”.
A pesar de todo, el desgaste emocional es profundo. “Yo tengo fe, pero se está haciendo ya muy duro. Estuvimos una semana en huelga de hambre y Carlos y yo tuvimos que salir porque nos amenazaron con venir con la policía. ¿Qué somos, delincuentes?”.
“Yo he estado durante estos cuatro meses con depresión, pensando que era una mierda, que no valía como administrativa. Y por una vez que conseguí este trabajo, me despiden”, confiesa con lágrimas contenidas. “¿Qué he hecho yo? ¿A quién he matado para que me roben mi puesto de trabajo? Lo único que quiero es algo que se me ha quitado: mi derecho. Es desesperante”.
A pesar de todo, no se rinden. “La fuerza que nos está dando la CNT es lo que nos sostiene. Nos están apoyando desde todas las comunidades. De verdad, muchísimas gracias. Porque eso es un chute que nos anima a seguir adelante. No vamos a parar ni a rendirnos”.
Y concluye: “Yo, sinceramente, ya tengo la esperanza en blanco. Estoy luchando sobre todo por un compañero, por Carlos. No se merece este trato. Ninguno lo merecemos. Pero lo que están haciendo con él no tiene nombre”.