La estrategia de los bandidos

LA FOTOMATONA | JENOFONTE

Se
cuenta que en un pequeño pueblo riojano, cuando se aprobó que querían que
llegara la luz eléctrica, uno de los vecinos, creyendo que por allí se colaría
el diablo, juró que no volvería a abrir los ojos.

Casi 100 años después, un
puñado de bandidos, espoleados por los ministros de turno para que se
aterrorice a la población con el recibo de la luz, ha convertido en dominio
privativo el agua de los ríos, la fuerza de la luz del sol y el viento que nos
sopla para saquear los hogares de los más pobres; en los que, dentro de poco,
tendrán que volver a lucir los candelabros, las palmatorias de aceite revenido
con lechuza incluida, y donde una tímida lámpara de diodos colgada del centro
de una habitación dé sombra alargada a los cuerpos e ilumine de manera
intermitente la rabia y la impotencia de lo único que les queda de dignidad: la
callada sumisión; idónea para recordar, con los ojos cerrados, lo que creyeron
y pensaron de veras que iba a ser el progreso y que resultó ser sólo para Los
Otros
y para ellos una emboscada. Si no es que se hartan y salen a las calles,
como si fueran cavernícolas urbanos, a cazar a los bandoleros para ensartarlos
como a cochinos, tapiñárselos a la mayor gloria de Iberdrola gritando que viva
el paté de marrano, y, de paso, sentir la cogeneración de la lumbre. Si cae
algún ministro, se siente, que no se hubiera arrimado.

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