El sábado 10 de mayo, la CNT de Gipuzkoa organizó una concentración en el cementerio de Polloe (Donostia-San Sebastián) frente a una fosa común de víctimas de la rebelión militar fascista de 1936 y a la que acudieron familiares, memorialistas y sendas delegaciones del PCE-EPK, EH Bildu y EHKS. Se da el caso de que estos restos de víctimas del franquismo se hallan bajo el mausoleo franquista a los “caídos por Dios y por España”. Aproximadamente un centenar de militantes antifascistas se hallan amontonados formando un revoltijo bajo los esqueletos de presuntos perpetradores de crímenes de lesa humanidad, estos sí, debidamente individualizados, uniformados y condecorados.
En 2022, un somero informe técnico revelaba la presencia de restos de víctimas bajo los verdugos e identificaba a 13 milicianos de CNT, UGT y PCE-EPK y otros 4 sin filiación conocida como probablemente presentes en la fosa. El ayuntamiento del PNV se limitó a retirar la placa de enaltecimiento genocida del mausoleo, acoplar una escultura metálica a un lado del mastodonte arquitectónico fascista y “resignificar” el conjunto a golpe de txistu y tamboril.
La CNT de Gipuzkoa solicitó al ayuntamiento, como medida preliminar, la demolición de la enorme cruz fascista que, a modo de INRI, se erige sobre nuestros compañeros. Ante la falta de respuesta, se optó por la vía judicial y, durante el acto, la CNT se reafirmó en su disposición de emprender cuantas acciones sean necesarias para la consecución de una medida de mínimos antes de empezar a hablar de verdad, justicia y reparación (incluidas las garantías de no repetición).
Durante su intervención, el representante de CNT se mostró muy crítico con las políticas institucionales en materia de memoria histórica que, según señaló, responden a los intereses de la burguesía nacionalista vasca. Refirió varias prácticas habituales: omisión de la filiación político social de las víctimas, ubicación partidista de los columbarios del gobierno vasco, equiparación y confusión constante de las milicias del PNV con el ejército vasco, relato interclasista no concordante con la realidad histórica de la campaña de Gipuzkoa, desprecio total hacia las organizaciones históricas de las víctimas…
El cementerio de Polloe fue escenario de combates durante la sublevación militar fascista y también es un lugar de inhumación de revolucionarios. El compañero Manuel Chiapuso se refería a la Donostia del verano de 1936 como “La Comuna de San Sebastián”. Siguiendo con la analogía, en el acto se reivindicó Polloe como “nuestro Père-Lachaise” y la memoria histórica como “un frente más de la lucha de clases”.
La intervención de CNT ejemplificó en Polloe la correlación de fuerzas en el conflicto social durante los últimos 80 años, lanzando una serie de preguntas: ¿Por qué no hay voluntad política para acometer una exhumación e identificación de restos? ¿Por qué un insigne fascista y presunto diseñador y perpetrador del genocidio como el conde de Plasencia tienen un suntuoso panteón y el antifascismo no sabe ni dónde tiene a sus muertos? ¿Qué hizo el ayuntamiento con la tumba de Antonio López y Diego Franco de la que disponemos de fotografía y no consta en ningún registro? ¿Qué pasó con los restos de los maquis asesinados en Konporta? ¿Por qué el gobierno municipal de Odón Elorza destruyó aquí mismo otra fosa común y los restos fueron arrojados al osario general sin comunicación alguna a familiares ni organizaciones históricas?
El acto se cerró denunciando que el Capital quiere una Donostia-San Sebastián de postal, con una población obrera dócil y viviendo cada vez más alejada del centro, trabajando precariamente en hostelería, limpieza o cuidados, sin memoria obrera ni alternativa al sistema capitalista. La CNT de Gipuzkoa, sin embargo, se mostró determinada a seguir organizando a la clase obrera en una alternativa anarcosindical con memoria de clase y conciencia del capital político heredado de los milicianos de la utopía y sus prácticas revolucionarias.