Sindicato sí, partido no

ENRIQUE HOZ | SECRETARIO GENERAL DE CNT | Ilustración: LARARA | Extraído del cnt nº 420

La vida es política. Desde que despertamos por la mañana hasta que nos acostamos por la noche, consciente o inconscientemente, hacemos política. Las decisiones, los comportamientos, las actitudes… tienen una base política.

Haciendo política en todo momento, resulta paradójico que se nos eduque para asimilar que la política sólo concierne al Partido, es decir, al profesional de la política. Siendo como somos los trabajadores quienes generamos la riqueza de la que se nutre el conjunto de la sociedad, en buena lógica, deberíamos gestionarla.

¿Hay algo más político que crear riqueza y organizar su justa distribución? Pues bien, todo ese espacio político del que somos protagonistas se nos hurta transformándonos en simple materia prima de tributación fiscal, mientras que se eleva a la Patronal a los altares de la creación de empleo, entiéndase riqueza, y al Partido se les designa como organizador de una estructura que niega la división entre explotados y explotadores.

Adquirir conciencia de clase trabajadora, con el componente revolucionario que lleva implícito, conduce sin ninguna duda al razonamiento de la inutilidad del Partido de cara a solucionar los problemas que tenemos como trabajadores. Como este argumento no encaja en el modelo de sociedad en el que nos toca vivir puesto que significa estar cara a cara trabajadores y Patronal, el Partido juega un papel esencial para despojarnos a los trabajadores de nuestro componente político, dejándonos ideológicamente desnudos, al mismo tiempo que se afianza como sólido muro de contención gracias al cual la Patronal campa a sus anchas.

Adquirir conciencia de clase trabajadora conduce al razonamiento de la inutilidad del Partido de cara a solucionar los problemas que tenemos como trabajadores.

Llevamos varias semanas sometidos a las campañas de los Partidos ya que se han juntado en poco espacio de tiempo Elecciones al circo parlamentario en diferentes ámbitos. Al margen de las promesas que pregonan con la finalidad de captar votos emulando a cualquier charlatán vendedor de humo, hay algo que les une como es el hecho de estar convencidos de que son los garantes de la articulación de la sociedad.

Este bombardeo incesante de ligar el Partido con la política como si se tratase de su propia parcela, hace que los trabajadores despojados de su conciencia de clase caigan en la trampa de creer que todo aquello que rebasa el perímetro del Partido no es política. Y si el Partido es el que hace política, el Sindicato hará otra cosa porque a la hora de intentar hacer política el Sindicato tiene que recurrir al Partido.

Así es como se gesta la institucionalización sindical que conduce al sometimiento de la clase trabajadora para que el Partido ejerza autoridad ante el Sindicato que reduce su actuación a gestionar migajas y, de vez en cuando, protagonizar alguna escaramuza con la que justificar su gregaria existencia.

Cuando la CNT se creó se declaró anarcosindicalista y se fijó como objetivos la socialización revolucionaria de la economía y la emancipación política, integral, de la clase trabajadora. Lo que habían aprendido los hombres y mujeres de aquella época, gracias al anarquismo, es que la política, entendida como ese batiburrillo de los Partidos, no es más que la ambición de muchos carroñeros sociales y gracias a la creación de la CNT hubo un resurgimiento de la acción popular.

El proyecto político de la CNT es el de unos hombres y unas mujeres que se juntaron, con sus virtudes y sus defectos, en torno a un ideal de emancipación, de transformación de la sociedad, de ser los garantes de su propio destino, para el que tuvieron claro que lo único que necesitaban era poner en práctica su potencial como trabajadores en el terreno de la creación, tanto material como cultural, y en el terreno de la distribución. Para esta finalidad, con la capacidad transformadora de la clase trabajadora puesta sobre la mesa, cualquier Partido es un estorbo.

El proyecto político de la CNT es el de unos hombres y unas mujeres que se juntaron en torno a un ideal de emancipación, de transformación de la sociedad, de ser los garantes de su propio destino.

Han pasado muchos años desde entonces y, a día de hoy, el concepto de Partido está muy por encima del concepto de Sindicato, triste evidencia que define a una población inerte a los problemas sociales y laborales. Lo hemos comprobado a lo largo de estos días con el incesante bombardeo para que se acuda a votar a los respectivos guías espirituales que son presentados como la mágica solución que hará dichosa nuestra vida.

Afortunadamente, el testigo que nos dejaron aquellos hombres y aquellas mujeres que lo dieron todo por la CNT lo vamos recogiendo otros hombres y otras mujeres. La llama sigue muy pero que muy viva.

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