Somos dignidad

ZONA LUMBAR | Viñeta de «Mafalda», por Quino | Extraído del cnt nº 429.

Vamos a ver si lo entienden los profanos en la materia. En esta ecuación hay dos factores antagónicos, es decir, con intereses totalmente opuestos. Por un lado, la parte trabajadora; por el otro, la parte patronal. Ésta última, gracias a una legislación laboral muy complaciente para su renta, tiene inicialmente la sartén por el mango cuando se establece una relación laboral, llámese contrato.
El problema emerge cuando ese contrato es reinventado o exprimido al libre albedrío de quien paga porque entiende el acuerdo como un mero formulismo burocrático externo que dentro de la empresa se transforma en papel mojado.

Una vez que han sido constatadas las desavenencias, el sindicato entra en acción. Qué menos que solicitar un encuentro a la contraparte con el fin de expresar que el camino correcto es el del respeto a lo firmado, ni más ni menos.

La contestación más habitual frente a la propuesta de solución dialogada viene a ser la negativa tajante a entablar una negociación, aderezada esa actitud con dosis de chulería, prepotencia y un postureo en tono amenazante propio de quien se considera por encima de quienes le generan la riqueza.

Hasta ese momento la parte patronal se siente relativamente cómoda ya que dentro de su actividad explotadora asume la posibilidad de un desencuentro, sin fuegos ni artificios, que pueda acabar en los Juzgados. Dicho de otra forma, que todo quede en casa.

Ese escenario patronal controlado a priori se resquebraja cuando el sindicato decide trasladar el conflicto a la calle dándole una publicidad que rebasa el confortable perímetro de la propia empresa. El nerviosismo brota, la chulería y la prepotencia se autotransforman en victimismo y los calificativos hacia quienes participamos solidariamente en las movilizaciones van desde mafiosos, escoria, basura hasta etarras, guarros, pasando por algún recordatorio de nuestras respectivas madres.

«Por egoísmo y por altruismo, por deber y por ambición se nos impone el apoyo mutuo. La coacción moral, es decir, el apartamiento o desprecio del que mal obra, es todo cuanto tenemos derecho sobre nuestros semejantes».

—escribía Isaac Puente en 1931 en su folleto Por pensar así… ¿somos delincuentes?.

Claro que no somos delincuentes…

somos dignidad.

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