Trabajo vs Vida: CONCILIACIÓN, la suma del 8+(8-4)+(8-4)

Bilbao | Ilustración de Ana Nan | Extraído del cnt nº 421

El 3 de abril de 1919 se fijó la jornada laboral en 8 horas, dejando las otras 16 repartidas a partes iguales entre tiempo de sueño y de ocio. De las 3 partes en las que se dividieron nuestros días laborales, la destinada al ocio parece ser la más polivalente. No podemos hablar de ellas sin referirnos al feminismo y al sindicalismo por partes iguales. El sindicalismo puso el foco en el límite horario del trabajo asalariado para proteger a los trabajadores de un abuso por parte de los patrones, pero las personas asalariadas tienen que descontar de esas horas de ocio las tareas dedicadas a sacar la vida adelante, las cuales difícilmente se ajustan a la definición de ocio tal y como lo entendemos hoy en día. Las personas no asalariadas difícilmente establecen una partición en tercios de su día a día y el tiempo de ocio y de trabajo están separados por una delgada línea. Es en este escenario en el que el feminismo comienza a poner el foco para empezar a referirse a los cuidados como trabajo no remunerado.

CUANDO ESCUCHAMOS LA PALABRA CONCILIACIÓN HAY TRES COSAS QUE VIENEN A NUESTRA MENTE: INFANCIA, VEJEZ Y ENFERMEDAD, ETAPAS DE LA VIDA EN LAS QUE NUESTRA VULNERABILIDAD ES MAYOR

Cuando escuchamos la palabra conciliación hay 3 cosas que vienen a nuestra mente: infancia, vejez y enfermedad. Obviamente son etapas de la vida en las que nuestra vulnerabilidad es mayor. Atendiendo a estas necesidades han sido varias las medidas gubernamentales que se han propuesto para que las personas podamos cubrir mejor nuestras necesidades vitales, todas ellas, poniendo en el centro a la familia en todas sus formas, y restricciones. Son los familiares directos (hasta segundo grado) los que pueden solicitar una conciliación para atender la mayoría de estos cuidados, algo que en la tradicional familia extensa siempre ha sido muy habitual, pero ¿qué pasa con las situaciones en las que no hay familia directa, la familia directa es dependiente, vive a cientos de kilómetros o simplemente no hay una buena relación con ella? Sólo por citar algunos ejemplos.

Para poder acceder a ciertos beneficios económicos (poder hacer la declaración de la renta conjunta) o sociales (días libres por hospitalización) debemos acceder a formalizar un sistema estipulado, basado en el «amor». Choca que los defensores del neoliberalismo no defiendan a nivel personal relaciones abiertamente interesadas para poder optar a esos beneficios, pero lo que más nos debería de preocupar son las trabas que encontramos para un funcionamiento de relaciones basadas en principios de solidaridad. Porque teniendo en cuenta que según el INE de un total de 18.083.962 hogares en 4.193.320 sólo vive una persona y en 3.084.677 parejas sin hijos, ¿no debería darle más importancia a fomentar las redes vecinales?

ES NOTABLE LA PRESIÓN PARA LLEVAR UNA ACTIVIDAD FRENÉTICA Y NO DESPERDICIAR UN SOLO SEGUNDO DE ESE TIEMPO TAN PRECIADO LIGADO INTIMAMENTE AL CONSUMO CAPITALISTA

Llama la atención como cada vez son más los favores que se comercializan: ya no tocamos la puerta de al lado para pedir sal o huevos, ahora llamamos a un rider; el vecino un par de años mayor que nuestro hijo ya no le ayuda a hacer los deberes sino que le llevamos a una academia a que le resuelvan las dudas de los deberes; cuando nos vamos de vacaciones contratamos una guardería para dejar a nuestras mascotas en lugar de dejar las llaves a alguien del barrio para que eche un vistazo. ¿Estamos inconscientemente dejando en manos de empresas privadas la resolución de nuestros pequeños problemas del día a día? Aún con todo, hay personas que consiguen sacar unas horas para dedicar a distintos hobbies. Es notable la presión para llevar una actividad frenética y no desperdiciar un solo segundo de ese tiempo tan preciado, el cual no parece escapar del capitalismo, ya que está íntimamente ligado al consumo, bien sea fuera de casa (gimnasios, cursos), como dentro (tv de pago, actividades que requieren de conexión a Internet). ¿Asociamos en la izquierda el «no hacer nada» a una actividad vergonzante propia de vagos y maleantes?

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