Asesinad@s y Silenciad@s

Milgen Soto, líder hondureño asesinado por defender el bosque de las montañas de Yoro. La industria maderera INMARE, arrasaba sus árboles. Sin embargo, es tan sólo un nombre más en la larga lista de defensores y defensoras del medio ambiente que han perdido la vida en Latinoamérica a manos de matones a sueldo. Honduras, Colombia, México, Guatemala y Brasil destacan en esta espeluznante lista de la muerte.

Si buscas en Internet la cosa se complica. Más allá de nuestra querida Berta Cáceres, no es fácil encontrar sus nombres y apellidos. Si acaso, corre por las redes la triste noticia cuando sus cuerpos aparecen en alguna fosa, en algún camino. Hombres y mujeres de nombre y rostro desconocido que le ponen cifra al exterminio lento, constante y silencioso de los que defienden a vida o muerte la Pachamama.

Mientras Latinoamérica se desangra, Europa construye un discurso verde que le permita adaptarse de nuevo a una lógica capitalista y de mercado. Los muertos, pobres, indígenas, sólo tienen importancia si se levanta un pueblo entero y se escuchan aires de revolución. Sólo entonces conviene acallar las protestas y calmar los ánimos, no vaya a ser que a unos cuantos se les acabe la gallina de los huevos de oro.

Mientras Latinoamérica se desangra, Europa construye un discurso verde que le permita adaptarse de nuevo a una lógica capitalista y de mercado.

Pero los nombres de las verdaderas y verdaderos defensores del clima, del medio ambiente, de la Selva, de los ríos y las riquezas naturales que tan alegremente arrasa la industria maderera, las minas, o las grandes compañías eléctricas, son desconocidos para los grandes medios de comunicación de masas y para la opinión pública mundial, aunque el grito unánime de la emergencia climática se haya dejado oír por todos los rincones de esta madre tierra dolorida.

Según el último informe de Global Witnes, ONG Internacional que trabaja para romper los vínculos entre la explotación de los recursos naturales, el conflicto, la pobreza, la corrupción y los abusos de los derechos humanos en todo el mundo, los datos registrados durante 2018 hablan de 164 asesinatos en todo el mundo. Más de la mitad, 83 de ellos, se produjeron en Latinoamérica. Tres personas a la semana son asesinadas por defender ríos, bosques y otros recursos naturales.

Contrasta el fuerte activismo de los y las ambientalistas y el gran riesgo al que se enfrentan por la corrupción y la impunidad en la región. No cabe duda que los datos y las cifras que arrojan los pocos informes que existen sobre esta cuestión son tan sólo la punta del iceberg, como así mismo indica el propio informe de Global Witnes.

Tres personas a la semana son asesinadas por defender ríos, bosques y otros recursos naturales.

Les une un impresionante apego con la tierra, una simbiosis que va más allá de lo que nos parece razonable y sin embargo… les asiste más que la razón. Son esenciales en el entendimiento de la vida. De la naturaleza. Son imprescindibles en la perpetuidad de la especie. Son mártires de una verdad que nos acecha y luz de un futuro que se antoja tenebroso si no somos capaces de revertir un mañana que tiene los días contados.

Se me vienen a la cabeza las palabras del indio Seattle: “¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esa es para nosotros una idea extraña. Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor del agua, ¿cómo es posible que usted se proponga comprarlos?… Todo lo que afecta a la tierra afecta a los hijos de la tierra. Cuando los hombres escupen al suelo se escupen a si mismos. Esto lo sabemos: la tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra”.

En un mundo donde las redes no tienen fronteras y nuestras voces son múltiples, es sólo cuestión de voluntad, de compromiso y de empeño darnos la mano. Sólo necesitamos poner el foco sobre el terreno. En dónde multinacionales, fondos de inversión y políticos de todo pelaje y condición se afanan en acumular y devastar el suelo que todas y todos pisamos.

En un mundo donde las redes no tienen fronteras y nuestras voces son múltiples, es sólo cuestión de voluntad, de compromiso y de empeño darnos la mano.

Es evidente que todos los movimientos ambientalistas en Latinoamérica y en otras partes del mundo reflejan el agotamiento del modelo de Estado y del sistema capitalista imperante, incapaces de dar solución a dos cuestiones básicas: el reparto de la riqueza de forma sostenible y el ejercicio de un buen gobierno “democrático” que incluya a todos los pueblos de la tierra. Dos cuestiones perfectamente posibles, pero completamente alejadas de la realidad actual. Es más, lejos de ser un beneficio para los pueblos con abundancia de recursos naturales, supone un foco de conflicto que genera corrupción, guerra y pobreza. Probablemente porque sólo un nuevo modelo, sin gobierno y de compromiso real de la sociedad civil, sería viable.

Mientras nos precipitamos hacia el colapso climático, es más importante que nunca que rompamos este silencio que aniquila las voces de los verdaderos defensores del ecosistema. Es más importante que nunca tejer redes. Es fundamental establecer canales y dar voz a las personas protagonistas sobre el terreno. El grito de Latinoamérica recorre la selva amazónica y avanza por los ríos y valles al ritmo de la denuncia y la solidaridad de sus pobladores. ¡Basta ya de ignorarlo! ¡Basta de hipocresía! En el camino que tenemos que andar, no puede faltar ninguna parte del mundo.

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