Consumo crítico y transformador

OTRAS MIRADAS | Ilustración de Txus| Extraído del cnt nº 431

La persecución constante de sindicalistas en estados del sur global por defender sus territorios ante la barbarie de nuestros modelos de consumo, debe llevarnos a una respuesta sindical proporcionada en solidaridad.

Rehuir el nutricionismo, el hedonismo gastronómico o el ambientalismo como objetivos en sí mismos, una constante a tener en cuenta en la búsqueda de la mejora de nuestra salud laboral y comunitaria, priorizando la humanización radical de las relaciones de intercambio y creando foros de diálogo amplios, diversos y emocionalmente seguros.

Hace años que tenemos claro que nuestra estructura de producción, distribución y consumo debe ser superada cualitativa y cuantitativamente -incluido el modelo existente en los grupos de consumo agroecológico- para evitar dinámicas que reproduzcan una vez más la precariedad de trabajadoras y trabajadores del campo, del mar y de amplios sectores de la transformación agroalimentaria sostenible (por la VIDA que generan). En estos contextos alternativos se agravan también, en algunos casos, las desigualdades de clase y no se consigue la participación amplia de vecinas y vecinos, bien por desconexión con el marco discursivo, bien por prioridades de unos y otros o por condiciones de pobreza estructural de los hogares.

El modelo productivo y de distribución convencional nos enferma conscientemente, atentando contra el sistema sanitario público.

Para hablar de consumo crítico y transformador debemos poner en valor también que el concepto de sostenibilidad -Slow, Km0, ecológico, natural, turismo sostenible- está siendo fagocitado de manera radical por el marco capitalista y por sectores socioeconómicos privilegiados, que sostienen discursos individuales de consumo, pero también de salud o educación presuntamente alternativa. Todo ello apoyado por la multiplicación de técnicos de lo sostenible, haciéndonos difícil discernir entre sus prioridades -la de los técnicos- y las del conjunto, a través de organizaciones subvencionadas que presuntamente se encuentran al servicio de la responsabilidad productiva global. Tenemos un ejemplo claro y doblemente fraudulento en el marco conceptual del turismo rural y sostenible estimulado por un discurso universitario, institucional o patronal que obvia, por ejemplo, las condiciones laborales de explotación y precariedad legalizada que no podemos entender como sostenibles para la vida, así como convirtiendo los destinos de este tipo de viajes en un contexto elitista e inasumible para la clase trabajadora, creando además graves problemas de acceso a la vivienda.

No es menos cierto que en nuestra organización y fruto de complejas circunstancias, hemos ido abandonando poco a poco el ramo agroalimentario y el medio rural, estando éstos vinculados directamente al concepto de salud ambiental que históricamente ha estado presente en CNT. Es por ello que la reconstrucción de redes sólidas de información y de distribución, con herramientas logísticas eficientes y precio justo, pero también con control comunitario de todo el proceso productivo y no solo de las propiedades o carencias del producto final, nos obliga a buscar una ruptura de la dicotomía consumidor/productor. Podremos así estrechar los lazos de solidaridad, de confluencia humana y sindical en nuestros lugares, contando también con un comercio local reflexivo e integrador del discurso comunitario, democratizando en la práctica el acceso a un modelo de consumo que mejore la vida de todas, no solo de una élite, y huyendo del paternalismo de estado, solución que la estructura de servicios sociales nos tiene preparada ante la pobreza que ellos mismos generan.

Sí que campa a sus anchas, sin embargo, en nuestros pueblos, la patronal agroganadera explotadora, en ecológico y disfrazada de sindicalismo progresista, sindicalismo vinculado en algunos casos y demagógicamente a redes internacionales que luchan por la Soberanía Alimentaria. Es así que nuestros pequeños núcleos y sindicatos rurales debieran ser mimados al extremo, teniendo como objetivo fundamental la construcción de identidades productivas sustentables, siendo la identidad productiva y cultural excluyente la coartada bajo la que se aparean el control económico y político de nuestras comarcas, con finas redes clientelares en las que todos y todas quieren su trozo.

Tenemos claro que el modelo convencional de distribución -supermercados, grandes mercados de distribución, pequeños franquiciados de los pueblos… – del que participamos activamente es criminal y nos está enfermando, siendo inyectados millones de euros de dinero público a través de la PAC, generando en la sociedad una visión engañosa de los precios de coste, inasumible para las personas que intentan trabajar en conexión con su medio natural y humano fuera del circuito subvencionado.

Existen modelos ya avanzados, como el de algunos AMAP (Asociación para la Conservación de la Agricultura Campesina) franceses en los que la búsqueda de la superación de esa dicotomía productor/consumidor está consolidada, teniendo además muy en cuenta qué es lo que tienen que decir las personas que se manchan las manos con la tierra o en el mar, personas que no son siempre escuchadas para integrar las necesidades que sus dificultades demandan. Es conveniente recordar también el modelo de Agricultura Sostenida por la Comunidad (Urgenci) o la puesta en valor de aquellos Sistemas de Participación Comunitaria (SPG) como ejemplo práctico de buen hacer, integrando en el proceso herramientas tan útiles en lo pedagógico como los comedores comunitarios (residencias de mayores, escuelas…) con proyectos educativos en sí mismos.

Debemos crear alternativas reales y democráticas en las condiciones de producción y de acceso a la alimentación y a los bienes necesarios para la vida, tal y como nuestro organización viene haciendo históricamente.

En otro orden, el sentimentalismo inmovilista o la nostalgia inactiva sobre el medio rural y sus herramientas productivas bucólicas de antaño, nos llevan inexorablemente al paternalismo de estado subvencionado, al clientelismo representativo y patronal. En otro, el dogmatismo en el que en muchos casos nos instalamos nos permite reposar plácidamente en la inacción, pero facilitando el asentamiento de la estructura neoliberal y la desaparición de decenas de interesantes proyectos incipientes que están ya repartidos por todo el territorio, proyectos que carecen del apoyo en la cotidianidad: financiación, logística, sostén humano…

Es por ello que debemos crear alternativas reales y democráticas en las condiciones de producción y de acceso a la alimentación o a los bienes -a su propiedad- necesarios para la vida tal y como nuestro organización viene haciendo históricamente, alternativas que hagan palpable una propuesta más necesaria que nunca en un contexto donde la soberanía alimentaria y energética son inexistentes, poniendo en serio peligro la vida. No podemos seguir haciendo uso de un modelo de producción en el que utilizamos la tierra como matriz extractiva, arrancándole todo aquello que necesitamos sin reflexionar sobre el daño que producimos en nuestras compras y las necesidades superfluas que generamos.

Debemos de arrancarle al poder productivo la cobertura de las necesidades vitales con la lucha política, pero también con propuestas logísticas y económicas. La responsabilidad individual y colectiva ha de llevarnos al abandono progresivo de las entidades financieras y de las redes de producción y comercialización convencionales en todos los ámbitos, siendo que existen ya alternativas reales ante las que tenemos algo que decir.

Nuestro modelo de Sindicato de Oficios Varios (SOV) es un modelo óptimo para romper con el corporativismo y la visión compartimentada que existe ante los hábitos de consumo, potencial histórico y organizativo que debemos aprovechar para sensibilizar sobre estas problemáticas, en las que el sector agroalimentario debiera funcionar como una herramienta educativa en consumo crítico y transformador de primer orden, cuidando en nuestra organización aquellos núcleos o pequeños sindicatos de los pueblos que aborden un trabajo sindical al servicio de un modelo productivo y de consumo sustentable y, como consecuencia, de una sociedad rural respetuosa, diversa, libre e igualitaria.

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