De arrobas, equis y elles

DE ROSITAS | Sección Nosotras | Extraído del cnt nº 428.

Milenios llevamos las mujeres teniendo que escuchar que el masculino era un genérico que nos incluía. Cuando por fin logramos que se reconozca que no es así, que al hablar de la historia del hombre es la historia del hombre y no de la mujer; cuando por fin se nos nombra en femenino a las mujeres, se nos visibiliza en la historia, en la sociedad y se habla de nosotras, de ellas, de mujeres… Empezamos a escuchar que no estamos siendo inclusivas, que somos binarias al expresarnos, ignorando con ello a otras personas que no se identifican ni con lo femenino ni con lo masculino.

El disgusto cala y buscando fórmulas inclusivas empezamos a poner «x y @». Ello nos complica la pronunciación un rato largo ¿no? Ponte a leer un manifiesto que empieza diciendo: Compañerxs! Pasa igual con la @, ¿Cómo la lees? Estas dos fórmulas quizás sean más adecuadas solo para ser vistas. La ves y llega al cerebro un claro mensaje de que el «autore» del texto ha deseado ser «inclusive». Y es que no hay pronunciación inclusiva que valga a la hora de hablar con «xs y @s». Había que inventar algo. Así que ¡Compañeres! algunes popes relistes del lenguaje en su búsqueda para ser inclusives al hablar y leer manifiestos, se inventaron esto de la «e/es». Pero ¿Realmente una «e» final a todo lo que suene a masculino hace que se convierta en inclusivo?

¡De verdad que mi gozo en un pozo! Porque con estas fórmulas nos vuelven a anular a las mujeres, nos desaparecen de nuevo y diluyen entre @s, xs y elles.

Quizás es cosa mía, pero no veo el femenino incluido en el –es. Si alguien nos dijera por ejemplo que: «un burgués regando su ciprés de lejos ve en los bosques como les empresaries azuzan a les trabajadores y les leñadores para que corten más árboles y hacer más papel para que les niñes pinten monigotes con sus rotuladores de colores marrones, azules y verdes» ¿estamos hablando inclusivamente?

En otros idiomas no lo sé. En nuestra lengua española la terminación –es, es el plural de montones y montones de palabras de género masculino. Sí, sí, masculino, porque eso es lo que llega a mi cerebro con la moda del –es, que me hablan de nuevo en un masculino coral, que ni me incluye ni me representa. Quizás sea rarita, pero es que las raritas también tenemos derecho a sentirnos incluidas ¿no?

No debemos dejar de hablar de «ellas» y de «nosotras», de las mujeres. Nunca podré considerar que nuestro lenguaje es inclusivo cuando con él se anula, diluye, o deja de nombrar de nuevo a lo femenino.

Nombremos todo lo nombrable, aunque ello nos lleve más tiempo!

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