«El 23-F al Rey le salió redondo y lo usó para trincar durante estos años»

Entrevista con el periodista Alfredo Grimaldos, director de El Otro País, y autor de varios libros relacionados con la historia reciente de España,
el último titulado Claves
de la Transición
.

El proceso de transición que supuso el paso de la dictadura hacia la democracia parlamentaria ha sido sin duda la mayor operación estética diseñada en España para presentar como modélica una etapa que presenta muchos agujeros que tapar. A través de las palabras de Alfredo podremos comprender mejor esta cuestión.

I. Nistal | Periódico CNT

Pregunta.- Se
dice que con la reciente muerte del general Armada se quedan muchas incógnitas
sin resolver respecto al 23-F. ¿Es cierto eso o quizás se riza el rizo para no
poder entender lo que pasó en aquella fecha? 

Respuesta.- El general de división Alfonso Armada era un
militar muy cercano a Juan Carlos de Borbón y fue nombrado segundo jefe de
Estado Mayor del Ejército en enero de 1981. Varios meses antes, cuando era
gobernador militar de Lérida, se reunió allí con altos dirigentes del PSOE,
Enrique Múgica y Joan Raventós, previsiblemente para ponerles en antecedentes
del golpe institucional que se estaba fraguando, la llamada `Operación De
Gaulle´, e implicarlos en ella.

La dimisión de Adolfo Suárez a principios de
1981 cambió el panorama. El golpe del 23-F se dio por inercia: Tejero tenía la
obsesión de tomar el Congreso con todos los miembros del Gobierno y los
diputados reunidos allí, al estilo de lo que hizo el Comandante Cero, Edén
Pastora, en Nicaragua, y arrastró a todos los demás que intervinieron a
participar en esa historia. Pero hay que recordar también que la VI Flota
norteamericana estaba ese día frente a las playas de Valencia y que los
servicios de inteligencia militares norteamericanos, dotados de una tecnología
muy superior a la del Ejército español, desconectaron su principal red de
comunicaciones, el CONEMRAD, para facilitar la operación. Efectivamente, Armada
tenía muchas cosas que contar sobre la actitud del Rey, que envió un mensaje a
Milans del Bosch ya a última hora de la noche: «Jaime, a partir de este momento, vas contra la Corona». Al final, había decidido
oponerse al golpe, no sumarse a él. La operación le salió redonda y le ha
servido para trincar a barullo durante todos estos años.

P.-
¿Qué tuvo que ver la CIA en la Transición? 

R.- Los servicios norteamericanos
tenían a muchos altos mandos en nómina. A la sección de Contrainteligencia del
Estado Mayor, en la calle madrileña de Menéndez Pelayo, llegaba a fin de mes el
`señor Smith´ y pagaba sobresueldos a los encargados, teóricamente, de vigilar
la actividad de los servicios secretos extranjeros en suelo español, y el jefe
de la estación de la CIA en Madrid, ubicada en la embajada norteamericana, en
la calle de Serrano, se paseaba por allí como si fuera su propia casa. Tenían
información de todo lo que se estaba cociendo y lo respaldaron.

P.- ¿Y
la Iglesia? ¿Cuál fue su posicionamiento durante aquellos años?

R.- La Iglesia santificó
la `cruzada´ franquista y los fusilamientos de quienes defendieron la Segunda
República. Durante 40 años disfrutó de las prebendas de la dictadura y fue unos
de sus principales pilares. Cuando el régimen amenazaba con desmoronarse, se
distanció tácticamente de él, apostó por una apertura controlada y selló una
renovada alianza medieval entre la cruz y el trono ocupado por el `sucesor a
título de rey´ que designó su `excremencia´.

P.- ¿Qué
papel jugaron hombres como Carrillo en esa Transición?

R.- El PCE era el partido
con mayor fuerza en la izquierda antifranquista, pero su secretario general, Santiago
Carrillo, entró al juego de los hombres del régimen, entre los que destacaba su
después íntimo amigo, el siniestro Rodolfo Martín Villa, y se dedicó a
desmantelar las estructuras de resistencia obrera y popular creadas durante la
dictadura. Sus militantes se comieron con `papas´, por disciplina de partido,
incluso la bandera que presidía los criminales Consejos de Guerra de Franco,
así que alguna responsabilidad tendrán en la instalación de este bodrio de
sistema. 

P.- ¿Fueron
esta clase de dirigentes los que hicieron posible la democracia?

R.- Recuerdo unas viñetas
de Carlos Giménez en la revista El Papus
(que sufrió un atentado de extrema derecha en al que murió el conserje del
edificio donde estaba la redacción), titulada `Los hombres que hacen posible la
democracia´, en la que se veían, al principio, los rostros sonrientes de los `politicastros´
oficiales en la vallas electorales. Después aparecía un miliciano luchando en
las trincheras durante la guerra, un republicano español peleando contra los
nazis en el maquis francés, un antifranquista sufriendo tortura en una
comisaría… Al final, `los hombres que hacen posible la democracia´ eran estos.
Lamentablemente, aquí sigue sin haber democracia, esto es una partitocracia
corrupta al servicio de los bancos y las multinacionales.

P.-
¿Qué se le viene a la mente cuando uno ve que el abogado de la presidenta del
PP en Cataluña y suegro del actual ministro de Justicia, José Utrera Molina,
redactó la sentencia de muerte contra Puig Antich?

R.- Es el resultado
de esta Transición dirigida por los franquistas. Todos los jueces facciosos
siguieron en sus puestos y los policías torturadores continuaron ascendiendo en
el escalafón y cosechando medallas pensionadas. Con el PSOE también, por
supuesto, en la época de González y en la de Zapatero. Rafael del Río, después
de ser miembro de la Brigada Político-Social franquista, fue director general
de Policía en el ministerio del Interior corrupto de Barrionuevo y Vera que
creó los GAL. Por una de las siniestras paradojas de la Transición, desde hace
diez años es director de Cáritas.

P.- ¿Qué
posibilidades ve de que prospere la Querella Argentina?

R.- Me parece difícil, pero hay que
intentarlo hasta el final. El simple hecho de que dos acreditados torturadores
tengan que acudir a los jugados tapados hasta la coronilla ya es un pequeño
triunfo. Lo terrible es que estos asuntos se tengan que ventilar en Argentina,
mientras que aquí, miles de asesinados por los fascistas en las cunetas y las
tapias de los cementerios continúan enterrados en fosas comunes y sin
identificar.

P.- Con
una larga trayectoria profesional en los medios de comunicación, ¿cómo valoras
la situación actual en este sector? Hay quien dice que incluso durante el
franquismo la situación era mejor.

R.- Los grandes medios audiovisuales y
escritos son de derecha y extrema derecha. Cada vez hay menos posibilidad de
colar nada decente en ellos, como sí se hacía, efectivamente, hace algunos
años. La mayor parte de los jóvenes profesionales que se incorporan a ellos –a
quienes cuestionan algo no los quieren- son serviles y semi analfabetos. En el
mundo del periodismo, suponiendo que siga existiendo, hay más `gilipollas que
hijos de puta´.

Claro, a un tipo como yo no lo quieren ya en
ningún sitio. En varias ocasiones he trabajado, con contratos por obra, en
distintos proyectos y al final, como era previsible, a mí no me han renovado el
contrato y se han quedado los tuercebotas. Pero eso ocurre en todos los
gremios, los que mandan quieren individuos sumisos y que no den problemas. Mi
caso no es especialmente singular en ese sentido.

P.- ¿Ha
sufrido algún tipo de traba o persecución por `remover el pasado´?

R.- He tenido unos cuantos pleitos por
escribir artículos y libros. Por no extenderme, citaré solo los casos más
recientes: dos querellas que me pusieron por el libro Zaplana, el brazo incorrupto del PP, que afortunadamente ganamos, y
una demanda de protección al derecho al honor de la familia Rosón.
Ahí vamos perdiendo, el caso está ahora recurrido ante el Tribunal
Constitucional. Es todo un disparate, porque no se cuestiona que sea verdad lo
que yo cuento, pero la Justicia está así, un gran despacho de abogados, con
influencias y contactos, tiene mucha fuerza.

Lo más divertido del asunto es que quien
encabeza la demanda de protección al derecho al honor, un hijo del ex ministro
Juan José Rosón, está implicado en la trama de blanqueo de dinero de la mafia
china de Gao Ping.

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