“El pueblo no tuvo nada ver con la Constitución de 1812”

Conversamos con Félix Rodrigo, historiador y colaborador habitual de este
periódico, con motivo de los actos conmemorativos del Bicentenario de la
Constitución de 1812, conocida popularmente como “La Pepa”. Desde hace unos
años, Félix mantiene una intensa actividad para denunciar ampliamente la misma
a través de sus escritos (ver cnt
370), entrevistas y vídeos publicados sobre la cuestión.

I.Nistal / Periódico cnt

¿Qué grupos sociales o políticos
promovieron la Constitución?

La Constitución de 1812 es obra del aparato de Estado en la
forma que adoptaba en ese tiempo. Los dos grupos sociales que la promovieron e hicieron fueron el
ejército y la Iglesia, seguidos de los altos funcionarios del Estado y
los abogados. La composición sociológica de las Cortes gaditanas era esa, y ese
fue también el bloque de fuerzas sociales promotor.

¿Cuáles son las claves
de ésta, de cara a comprender nuestra historia contemporánea?

La cuestión de más peso es que La Pepa, al reforzar mucho
el aparato estatal y al dar un impulso decisivo al capitalismo (hasta el punto
de que se puede decir que lo crea a partir de formas pre-capitalistas
precedentes), choca frontalmente con las clases populares, que resisten la
operación por muchas vías, por ejemplo, en la sangrienta guerra civil de
1821-23. La Constitución
gaditana abre un tiempo de conflagración civil casi permanente entre
el Estado y el pueblo, y entre el capitalismo ascendente y las clases
trabajadoras, lo que va a llevar a la guerra de 1936-39, que es el episodio
mayor, pero no el único, de dicha resistencia.

Afirma que esta
constitución liberal provocó una guerra civil permanente. ¿De qué forma esto
fue así?

Dicha conflagración adoptó muchas formas, y se mantuvo hasta la
estabilización a sangre y fuego de la sociedad que hizo el franquismo. Además
de la pugna civil ya mencionada tenemos la I guerra carlista, que en la
base popular fue una oposición del pueblo a La Pepa, las micro-resistencias a
los procesos de privatización del comunal y anulación de la autonomía del
municipio, el movimiento cantonal, dirigido contra el centralismo, las luchas
anti-tecnológicas (Alcoi, Barcelona, etc.), las acciones del naciente
proletariado industrial, la gran rebelión popular del verano de 1783 contra la
I República estatal y capitalista, que fue una verdadera revolución, con
casi-desintegración del ejército, aplastada por los republicanos burgueses con
Pi i Margall al frente, los alzamientos jornaleros en el sur, la oposición
a la imposición del castellano en Euskal Herria, Cataluña y Galicia, la gran
rebelión de 1909 en Cataluña, la fundación de CNT en 1910, las huelgas de los
años 20 del siglo pasado, la resistencia al colonialismo español, las movilizaciones
contra la II República y finalmente el gran choque de la guerra iniciada en
1936. La Pepa ha hecho correr, pues, ríos de sangre, porque encontró una
oposición popular, ella y sus continuadoras, muy fuerte.

¿Qué grado de
participación tuvo el pueblo en su gestación y elaboración?

El pueblo no tuvo nada ver con la Constitución de 1812, nada. La
hizo y promulgó un bloque de poder formado por las élites de entonces, en
particular las del aparato estatal. Basta con leer sus 384 artículos, a menudo
farragosos e insufribles, para comprender que las clases populares fueron sólo espectadoras, en el
mejor caso, y víctimas, en el peor. Fue la Iglesia, que había
proporcionado el 30% de los diputados de Cádiz, la que la impuso al
pueblo en lo ideológico, aunque con poco éxito, al leerla en la misa
dominical en cada parroquia, y al propagarla de muchas maneras.

¿Quienes se opusieron
en aquel momento a la Constitución?

En principio sólo hubo la oposición, en realidad meramente
formal, del bando «afrancesado», o colaboracionista con Napoleón I.
Pero esto no tuvo importancia. El problema de las élites españolas con La Pepa
es que estaban convencidos de que ocasionaría un alzamiento popular, por eso
Fernando VII la deroga en 1814, pues antes había que desarmar al pueblo, armado
en la guerrilla contra los franceses. Hecho eso, se promulga en 1820, el pueblo
espera un año a ver qué tal, y en 1821 se alza en armas, sobre todo en el mundo
rural. Dada la combatividad popular, las clases mandantes se dividen sobre la
estrategia a seguir, dura (liberales) o «blanda» (carlistas), pero
unos y otros estaban de acuerdo en lo sustantivo, pues el ejercito era
rabiosamente liberal, y el clero, por ejemplo, el cardenal primado de España en
ese tiempo, Luis de Borbón, también.

El bando «absolutista» no discrepaba
sustantivamente de la Constitución de Cádiz, sólo de los procedimientos usados para imponerla y del ritmo e
intensidad de los cambios a introducir. Franco es un heredero de La Pepa en
todo lo importante menos en el parlamentarismo, una cuestión menor.

Y hoy, ¿existe algún
tipo de posicionamiento contrario a sus actos conmemorativos?

Dado el lavado de cerebro que han padecido las gentes en esta cuestión,
cuyo agente principal ha sido la izquierda, que es la fuerza principal del
capital y el Estado hoy, lo que se da es un estado de confusión y la oposición
no es grande, pero sí mayor de lo que yo esperaba. La mentiras del liberalismo,
el progresismo y el izquierdismo empiezan a desmoronarse, y durante todo 2012
veremos en qué quedan.

Para el capitalismo será bastante grave que la interpretación legitimadora
de su existencia que realiza la izquierda y la derecha, con La Pepa como gran
maravilla, se venga abajo, al menos en la mente de un sector de las clases
populares. Eso facilitará la germinación de la idea de revolución anti-estatal
y anticapitalita en las conciencias.

Quienes se mantienen pasivos ante los fastos del Bicentenario mientras, por
ejemplo, El Corte Inglés acaba en ocasiones sus cuñas propagandísticas con un
«¡Viva La Pepa!» están contrayendo una grave responsabilidad.

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