Elegía al compañero Saldaña.

“HAY QUIEN TIENE IDEAS PORQUE LE GUSTAN Y MIENTRAS LE GUSTAN, Y HAY QUIEN LAS IDEAS SON PARA ÉL SU PROPIA EXISTENCIA” (JUAN MONTSENY-FEDERICO URALES)

Hay algunas palabras o frases que podrían definir al compañero Saldaña, y una de ellas es la que se cita encima de estas líneas. Abrazó desde muy temprana edad el Ideal Libertario, como quien se deja seducir por los cálidos besos y abrazos de una tierna amante para acabar sometido a sus encantos, y desde entonces fue una constante entrega al mismo.

No fue alguien que gustara, como otros compañeros y compañeras mayores, de contar sus vivencias, cosa nada despreciable por otro lado, sino todo lo contrario; pero eso no lo hacía menos afectivo, menos sereno, menos cercano en el trato, al revés. Todas sus charlas iban sobre el Anarquismo, sobre su implantación en el mundo. De su vida poco supimos; ahora sabemos más gracias a la lectura de una entrevista que le fue hecha hace tres años por una estudiante universitaria sevillana, y a la conversación, siempre cálida y afectuosa, con sus hijas (Toñi y Nati) y sus nietos.

José Manuel Saldaña de la Cruz nació hace más de 100 años, el 22 de diciembre de 1907, en Alcolea del Río, provincia de Sevilla. Pueblo que vivía de la agricultura, y donde el compañero empieza a trabajar desde muy temprana edad: a los 8 años empezó cuidando cerdos, luego en el campo, sobre todo con los olivos, y después en diversas labores agrícolas. También trabajaba durante la noche en la pesca en el río Guadalquivir, que pasa por su pueblo.

No pudo tener una infancia con juegos, ni pudo ir al colegio, ya que la necesidad primero (era hijo de un campesino padre de 7 hijos) y la ausencia de colegio masculino (que no llegó hasta la República) después, no le permitieron formarse adecuadamente. Así siguió su vida hasta que llegó la hora de hacer el servicio militar, en Córdoba.

El hecho de carecer de conocimientos académicos no le impidió formarse en el terreno ideológico: ya con 7 años (¡!) militaba en las Juventudes Libertarias. Cuando más tarde pudo estudió, aunque más bien como autodidacta: “Si yo soy semianalfabeto”, solía decir; pero eso no le impedía leer, aprender, saber (las matemáticas y el álgebra eran de lo que más le gustaban), pero sobre todo lo que más le apasionaba era la lectura de todo lo que tendiera a mejorar las condiciones materiales y morales de la Humanidad.

Posteriormente a su vuelta del servicio militar siguió en la lucha en su pueblo, ayudando en las movilizaciones del campesinado, hasta llegar a convertirla en “Barcelona la Chica” (tal era la concienciación y lucha confederal y libertaria). Así siguieron hasta que llegó el golpe militar-fascista del 36, no sin antes pasar por los sucesos de Casas Viejas, de los que formó parte, y en donde escribió y publicó su primer artículo: “Todo por la huelga”. Según sus palabras, fueron días de trabajo muy duro.

En esas movilizaciones y ensayos revolucionarios fue a la cárcel (no sería la única). En la entrevista concedida, antes citada, decía: “Mi Universidad fue la cárcel, yo aprendí muchísimo y, sobre todo, valoré el gran esfuerzo que tuve que hacer para leer y conseguir el material que necesitaba”. Esta universidad en que se convirtió la cárcel, fue algo común a tantos luchadores y luchadoras por la libertad, ahí se instruían, se formaban como hombres y mujeres revolucionarios, en el debate continuo, así como en el aprendizaje de la lectura y la escritura.

Antes de que el levantamiento reaccionario llegara a su pueblo, lo primero que hicieron los compañeros fue desarmar a los vecinos que apoyaban la sublevación. Fueron días felices en los que esperaban poder realizar la Revolución Social, pero a las dos semanas ese sueño se desvaneció. Después se unió a una patrulla para evitar la toma del vecino pueblo de Tocina. En esos días tuvo la noticia de que Méjico había mandado armas, así que se trasladó a Madrid donde se fue a una Columna Confederal. Siguió su andadura por Málaga y Almería, en cuyo camino murieron muchos de sus compañeros, estando rodeados por tanques, aviones y barcos. Cuando Estepona cayó en manos de los fascistas Saldaña vuelve a Madrid, y sigue en diversos frentes, como Guadalajara. Al final de la guerra se traslada a Valencia, con la pretensión de exiliarse, pero ahí le dijeron que el barco los recogería en Alicante, pero no fue así, y tanto él como miles de compañeros y compañeras, además de otros antifascistas, fueron hechos prisioneros. A los pocos días fue llevado al campo de concentración de Albatera, donde las penalidades fueron muy grandes y donde pudo ver cómo fusilaban a compañeros suyos. De este campo pasó al de Porta Coeli, un antiguo hospital de tuberculosos convertido en residencia para los presos políticos.

Sus viajes por España cesaron en Sevilla, donde permaneció el resto de su condena. Lo juzgaron con la fortuna de quedar en libertad después de un año de trabajos forzados (gracias a que un tío suyo trabajaba en los juzgados se salvó de ser fusilado). Ese año estuvo trabajando en la construcción del canal del Bajo Guadalquivir (el llamado Canal de los Presos, pues se utilizó mano de obra gratis de los presos del bando republicano, y donde murieron cientos de personas). Aquí estuvo un duro año trabajando de sol a sol, durmiendo en baldosa y media del suelo, comiendo pan duro y agua, en invierno pasando calamidades a más de tres metros de profundidad, y en verano soportando el calor andaluz. Después, el campo de concentración de Los Merinales fue su última residencia prestando “servicio” al régimen.

En la restauración de este régimen que denominan democrático participa en la refundación de la C.N.T., desde donde se encuentra, en Barcelona, donde trabajaba como ferroviario. Viene a Granada donde sigue militando en la Organización Confederal. En ambas localidades coge diversos cargos en los diferentes Comités en los que participa. Pocos años antes de su fallecimiento se trasladó a Lora del Río, donde siguió hasta el día en que nos dejó, el 5 de marzo de este año.

Al final, en un sencillo y emotivo acto, que no pudo ser en su totalidad como él deseaba, debido a unos terribles problemas burocráticos, como consecuencia de una huelga de funerarias en Sevilla, sus cenizas fueron esparcidas en su pueblo natal, en el río Guadalquivir, en el lugar que tantas veces pasó pescando.

Pero si su entrega al Ideal Anarquista fue algo que definió al querido compañero Saldaña, aquellos de nosotros que tuvimos la enorme suerte de tratarlo sabemos que FUTURO fue el otro término que adoraba, no podría hablarse de él sin referirse a ello. Decía que el pasado, pasado está, que el presente se está haciendo, pero que era necesario saber que se iba a hacer en adelante. Siempre tuvo una pasión, que en sus últimos años se transformó en obsesión, por reestudiar, por actualizar ese proyecto, ese concepto de Comunismo Libertario que se quedó anclado en el Congreso Confederal de Zaragoza del 36. Según refería, el hecho de plantear con cierta claridad nuestra finalidad hizo que muchos obreros y obreras se sumaran a nuestra Causa Libertaria, y, convencido de ello, planteaba una y otra vez donde podía (en Congresos Confederales, en nuestra prensa, en folletos) ese añadido para que se ampliara, se mejorara, cuanto se viera necesario, y se publicara ese Concepto Confederal del Comunismo Libertario, incluso, como no podía ser de otra manera, a nivel de la A.I.T. Este noble deseo le valió no pocas discusiones y enfrentamientos en el seno de C.N.T., lo que también contribuyó a que abandonara, algo desilusionado, la militancia confederal, yéndose a Lora del Río, donde siguió intentando difundir sus/nuestras ideas mientras pudo, hasta que después de diversas complicaciones en su salud, después de una larga y fructífera vida, nos dejó físicamente, aunque no lo hará nunca en nuestra mente y en nuestro corazón.

Saldaña pertenecía a esa estirpe de luchadoras y luchadores libertarios, que sin ser, muchas veces, grandes sabios académicos, eran increíbles maestros en la enseñanza de la entrega, de la concienciación, del humanismo, de la honestidad, de la responsabilidad, en definitiva de la Acracia.

La serenidad, la rectitud, la pasión, el calor humano que desprendía Saldaña, se une al de los compañeros y compañeras José Contreras, Barcojo, Soriano, Vizcaíno, Adela, y un larguísimo etcétera, que nos hizo amar ese Ideal Ácrata impulsado por Proudhon, Bakunin, Kropotkin, Malatesta…

¡¡¡Compañero SALDAÑA, tus cenizas formarán parte del abono que un día harán germinar la Anarquía en el mundo, y nosotros contribuiremos a que así sea!!!

¡¡¡SALUD, COMPAÑERO, SALUD Y ANARQUÍA!!!

CNT de Granada

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