La voz de la rebelión

ESPECIAL GARCÍA CALVO (III)

Su última publicación en la prensa libertaria. BICEL nº 20 – Mayo 2012 

Agustín García Calvo

A ver si se
puede oír esto:

Por la razón y
el sentido común podemos decirle a este régimen que padecemos, a todos esos planes
de economía futurista que nos invaden desde lo alto, desde donde Estado y
Capital (que son lo mismo en todas partes) mandan y nos mandan encima que
estemos informados y preocupados, como si nos fuera la vida en lo mismo que les
va a Ellos: en el futuro de su dinero, de su euro o de su dólar o de su yen o
como se llame, en el futuro de las ventas demenciales de sus averiados
productos, de esos que están llenando de basura los sitios donde se podría
–quién sabe– vivir.

Podemos porque se puede decirle que no,
simplemente que no, sin
necesidad de proponer nada a cambio (ya la gente sabe por lo bajo cómo
apañarse sin Ellos o puede irlo sabiendo a medida que tenga que hacerlo): sólo hay que perder un poco el
miedo personal y dejarse decirlo, porque ya está bien de que nos traten
como a idiotas acojonados, que tiemblan por su futuro, que no piensan más que
en la seguridad (¡ja!) que puede darles una cuenta corriente, en tener para
pagar y seguir comprando chismes inútiles a costa de venderse y matarse por un puesto
de trabajo de los que Ellos promocionaron y crean y nos obligan a tener o no
tener, como a idiotas que están llenos de eso que tanto nos animan a tener:
sueños e ilusiones personales (¡ejem!), y que por tanto, no se enteran de nada
de lo que están haciendo. Todos los días por todos los medios, tratan de
demostrarnos que eso es lo que somos: unos auténticos individuos (Ellos dicen
“personas”, que es una cosa muy santa), y que no hay más en la gente que eso.

La penuria de
cada día, la miseria que vemos dentro y fuera, hay que verla -nos dicen- como
si fueran el bienestar y la riqueza mismos por el miedo a perderlas, a quedarse
sin ello. No hay más que ver esos lamentos que se promocionan por ahí, que
hacen a tantos salir indignamente a reclamar más empleo, más educación, más
sanidad pública a las calles, olvidados de que tal vez no hace mucho, antes de
que les informaran sobre recortes y demás amenazas futuras, ellos mismos podían
haber estado echando pestes de todo eso que llaman empleo, educación o sanidad,
lo mismo públicos que privados. Es lo que está mandado pensar: que hay que dar
gracias al señor y seguir así, progresando en lo mismo, porque, si no,
podríamos volver a las cavernas. Pero qué pasa si en vez de engañarnos sin lo
que ellos nos venden, que bien mirado, no puede ser nada de verdad bueno ni
deseable para nadie. Todo el mundo sabe que son sustitutos. Sirven para llenar
unas vidas contabilizadas previamente, que consisten en un tiempo vacío en que
temer o esperar un futuro y otro futuro, que eso no merece llamarse ni vida,
que es una existencia abstracta y sosa a más no poder. El dinero acaba con las
cosas.

Para perder ese
miedo, no hace falta más que dejarse pensar y decirlo, el alivio y el ahorro
que sería para todo el mundo no tener que seguir contribuyendo a sostener tanta
insensatez, que no haya papeles que hacer a todas horas, que no haya que ir a
ningún sitio por obligación, ni trabajo ni vacaciones ni semana laboral que
engorden los bancos, que no haya oficinas ni bancos ni ministerios ni más
ventas de pisitos, automóviles y demás inutilidades. ¡Eso sí que sería economía
de la buena, sin estados ni fronteras, la de la gente viviendo en la tierra,
libre de todos esos estorbos de Estado, Trabajo, Dinero, Familia, libres del
Hombre y su Historia! ¿No
sentís cómo tiemblan los padres de la patria eterna, los ejecutivos creyentes
en el Futuro? Quien diga que no se puede será que tiene algún interés en
mentir, porque poderse, claro que se puede, que nada de verdad lo impide.

Sólo que a la
gente le han dicho que algún gobierno de lo alto, algún orden tiene que haber,
hecho de leyes y policías, porque si no, el caos, la ley de la selva y el
comerse los unos a los otros. Pero no puede ser tan tonta la gente para creerse
eso ni dejar que nadie se lo crea ¿no?, porque eso nunca se ha visto más que en
fantasías o películas: el
único caos y la única jungla que conocemos son éstos que han producido la
administración de los estados al servicio del Dinero con toda violencia
impuesta, los tenemos delante cada día sus horrores, sólo con fijarnos en el
tráfico mismo. El miedo a los fantasmas de lo que podría pasar si no nos
defendieran las leyes y sus fuerzas armadas de esos fantasmas que ellos mismos
fabrican para asustarnos, sólo ese miedo vano, esa fe en que estamos seguros
contra los fantasmas de las guerras y hambrunas que salen por televisión,
parece ser más que nada lo que permite que la pesadilla real continúe.

Pero no puede
hacerse creer por siempre a la gente que el terror en que “vivimos” es normal.
Como decíamos al principio, aparte del miedo personal que nos han metido, vive
entre la gente la razón y el sentido común que pueden decirle que no a toda esa
organización del Dinero sin miedo ninguno, porque es horrible y mentirosa, y
caiga quien caiga. Algún día habrá que despertar y decirlo ¿no?: pues que sea
ahora. ¡Abajo la mentira!

¿O es que no se
piensa que a lo mejor las mujeres y sus hombres, libres del dinero, podrían
vivir y dejar vivir? Porque lo que es con Él…

Otro día
seguiremos razonando, que ya se sabe que no se derriba el régimen de un soplo,
pero mientras tanto cabe acá abajo corroer la fe en las mentiras que lo
sostienen y dejarlo que se hunda.

¡Salud y a ello!

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