Salud, amor y libertad

Entre las anarquistas, y me refiero en general y a cualquier género, es muy habitual despedirse con un ¡salud compañera! Y digo compañera, porque cada vez más, solemos utilizar un lenguaje inclusivo y feminista que nos suena de pronto habitual y con el que nos sentimos muy cómodas. Hay que decir qué, además, a nuestros compañeros, no les importa sentirse dentro del género femenino, es más, después de tanto tiempo asumiendo el papel, hasta le sacan gustillo a pasar inadvertidos.

Pues bien, como decía, ¡Salud!, es una forma de despedirse muy habitual entre libertarias. Algunas, solemos añadirle ¡Salud y Amor!, y hoy, que he conseguido arañarle un ratito al maldito tiempo del reloj, no hacía más que pensar en esta frase: “Salud, Amor y Libertad!”

A nuestros compañeros, no les importa sentirse dentro del género femenino, es más, después de tanto tiempo asumiendo el papel, hasta le sacan gustillo a pasar inadvertidos

No cabe duda que estas tres palabras sostienen la clave de la felicidad. Los ingredientes de una pócima maravillosa para enfrentar la vida. La salud es un estado de bienestar o de equilibrio físico, mental y social en el que influyen algunos factores de forma importante. El factor biológico, el medio ambiente, (la contaminación, los pesticidas, los productos químicos, etc), y desde luego, llevar una vida sana, donde la alimentación y el ejercicio físico son fundamentales. Drogas, sexo y rock and roll, de vez en cuando y con mesura, pueden aportar un extra añadido muy interesante.

Bromas aparte, en torno al concepto de salud podemos encontrar necesidades absurdas, juegos enfermizos, modelos que atienden a la sociedad capitalista del siglo XXI y olvidan las necesidades reales de los seres humanos. Como ocurre siempre, el mercado, también el de la salud, nos acecha. El mercado y el Estado que lo sostiene. Así que lo de llevar una vida sana en medio de una sociedad enferma no aparece algo fácil precisamente. Y cuando la salud se quiebra, sólo los cuidados pueden auparnos a la vida. De pronto vuelve a aparecer el color morado de las mujeres. El tono violeta de nuestras manos aliviadoras. Tiernas, sanadoras. La filosofía de la vida ligada a la experiencia cotidiana no tiene sentido sin las mujeres. La vida se abre paso a través del cuerpo de las mujeres, y los cuidados son el centro y también el motor de la vida. Todo el sistema socioeconómico depende de los cuidados. Pero los cuidados no son una forma de producción. No tienen valor monetario. El sistema patriarcal ha relegado a los cuidados y al amor al ámbito de la estructura familiar. Salud y Amor que no le falten al patriarca.

Todo el sistema socioeconómico depende de los cuidados. Pero los cuidados no son una forma de producción. No tienen valor monetario.

Los beneficios del amor en la salud son inigualables para el corazón, pero también para todo el organismo. Mejora nuestras defensas por la liberación de endorfinas, además de proporcionarnos una sensación de felicidad. Baja los niveles de estrés al producir cortisol y disminuye el riesgo de enfermedades cardiovasculares segregando oxitocina, dopamina y norepirefrina. Sustancias responsables de apreciar y disfrutar de las pequeñas cosas de la vida. Amor y placer van de la mano con eso de estar sano.

Pero esto del amor, sólo se puede entender desde la libertad de amar, no en función de lo establecido en la familia patriarcal. El concepto de “la libertad de amar” es contrario al patriarcado y por él llegamos a esa filosofía del “amor libre”, tan sana y también tan anarquista. No es una cuestión que tenga que ver solamente con la elección de pareja. El amor en libertad está en el aire, como titula Bansky en una de sus impresionantes obras. El amor libre es el más maravilloso instrumento para que todas las personas que comparten un mismo ideal puedan ser cómplices de sueños, proyectos, miradas y como no, disfrutar del placer sexual sin cortapisas. Y las mujeres, que desde los siglos de los siglos tanto hemos amado, tanto hemos cuidado, empezamos a respirar ese aire fresco que se conjuga con el verbo amar. En libertad y sin miedo.

Esto del amor, sólo se puede entender desde la libertad de amar, no en función de lo establecido en la familia patriarcal.

Decía Emma Goldman que la respuesta más grande y más hermosa de su compañero Sasha al saber que Feyda era su amante, fue: “Creo en tu libertad de amar”. Y se reía cuando le preguntaban: “¿Amor libre? ¡Cómo si el amor pudiera no ser libre! Si el amor no sabe cómo dar y recibir sin restricciones, no es amor, sino una transacción que nunca dejará de insistir en más o menos”.

Se me ocurre que resaltar los matices que existen entre las palabras amar y querer quizás arrojase algo de luz a esta disertación. Amar tendría para mí los elementos de intimidad y pasión mientras que querer no incluye la pasión. Se nutre sólo de los afectos. Creo que como decía Erich Fromm en “El arte de amar”, tras un tiempo, la pasión se reduce, se serena, con lo que es muy saludable enamorarse de otra u otras personas. Pero no por ello se deja de querer a la persona con la que se ha convivido y a la que se amó, aunque ahora la pasión haya pasado a un segundo término. Y ahí está la libertad siempre abriendo y ensanchando horizontes.

Amar tendría para mí los elementos de intimidad y pasión mientras que querer no incluye la pasión. Se nutre sólo de los afectos.

¿Tenemos las mujeres y los hombres capacidad para amar y querer a diferentes personas sin romper las relaciones anteriores? ¿Salud y Amor Libre? Creo sinceramente que las mujeres, por fin, estamos en disposición para practicar varias relaciones. Nuestra capacidad de cuidar, nuestra energía para amar es origen y centro de la vida y por eso volamos alto. Nadie puede ya cortarnos las alas. Quizás sea ingenuidad, pero la pluralidad de afectos es un hecho, el matrimonio o la monogamia una jaula, y el amor sólo puede ser libre como el viento.

Salud, Amor y libertad cobran sentido en una sociedad antiautoritaria, anticapitalista y antipatriarcal. Se alimentan de los mismos nobles principios y se cocinan para obtener un brebaje que se llama felicidad. Ya lo decía Agustín García Calvo huyendo del sentimiento de posesión que tanto daño nos hace y que entronca con el maldito sistema que nos rodea y engulle: «Libre te quiero….. Pero no mía, ni de Dios ni de nadie. Ni tuya siquiera».

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