Los ricos vienen a beber de esta agua clara

Los ricos vienen a beber de esta agua clara, y los osos (Shiki)

Un pobre hombre. Otro pobre hombre.

Carrusel. Pobres hombres. Un pobre hombre

le vende a otro pobre hombre algo

que no tiene valor. Una pulsera,

un reloj roto, un crucifijo roto, una bañera rota,

un marco roto de cristal, una pequeña bailarina rota.

El pobre hombre cambia la baratija, que ahora es suya,

suya para siempre, por siempre, completamente suya,

por otra baratija, otra moneda rota, otro billete.

El pobre hombre guarda sus ganancias,

calcula cuántas baratijas le quedan por vender

para poder ser el más rico de todos los pobres hombres

del mundo, pero descubre muchos pobres hombres

que le quieren vender sus baratijas,

que le convencen de que no será más que un pobre hombre

si no consigue tantas baratijas

como para llenar cien mil millones de almacenes.

El pobre hombre quiere que le quieran.

Si tiene que comprar las baratijas

para lograr por fin que otros pobres hombres

le quieran, lo hará. Así que compra. Vende. Pierde

lo que ganó, pasa de mano en mano,

de pobre hombre en pobre hombre,

su deseo de amor. Su amor que se convierte

en otra baratija que se compra y se vende.

El pobre hombre, cansado, compra, vende,

acaba por comprar y vender incluso pobres hombres

a otros pobres hombres. Pobres hombres. Tiovivo.

Un pobre hombre. Otro pobre hombre.

Todo está roto. Ya las baratijas

no sirven. Cada pobre hombre

tiene el armario lleno. No se pueden

vender más baratijas. Ahora los pobres hombres

compran ideas, títulos, gramática,

slogans, claims, campañas, avenidas.

Un pobre hombre publicita a otro pobre hombre

y lo convierte en algo parecido a un pobre hombre.

La alquimia es triste. El pobre hombre se acuesta,

dormidos son iguales todos los pobres hombres,

y sueña y se sorprende el pobre hombre

y ama en sueños, no cambia baratijas, no encuentra pobres hombres

que le hablen de pobreza, no habla con nadie, no hay nadie, y se asusta, y grita, y quiere

sus baratijas, sus costumbres, sus

paredes familiares, y despierta,

pobre hombre, sobre el hombro

de una mujer.

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