Luisa Michel, comunera y activista anarquista

Mallorca | Ilustraciones de las mujeres como protagonistas de la Comuna de París, 1871 | Extraído del cnt nº 426. Sección Memoria histórica

Este año se conmemora el 150 aniversario de los hechos de La Comuna de París, una experiencia histórica excepcional ya que el pueblo parisino tomó la ciudad, ante la huida de sus dirigentes a Versalles y ante la amenaza de ocupación por el ejercito prusiano. En este contexto se dio un fenómeno de autogestión ciudadana sin precedentes, y hombres y mujeres se dispusieron a transformar la sociedad a partir de prácticas antiautoritarias, integradoras e igualitarias. Las mujeres, las primeras en lanzarse contra los cañones que pretendían ser desmovilizados por los versalleses, destacaron en todo este proceso. Al final, la represión fue terrible, se pagaba caro el autorganizarse y vivir al margen de la autoridad. Y las mujeres fueron también acusadas de incendiarias, las famosas petroleras, y de provocar la destrucción de edificios y bienes. Muchas fueron fusiladas, otras deportadas y otras encarceladas. Destacamos entre ellas a Luisa Michel, que abrazaría las ideas anarquistas en su dura deportación a tierras de Nueva Caledonia, bajo la influencia de otra mujer, Natalia Lemel, otra comunera también deportada, una de sus grandes amigas. Después de una año de cárcel y casi diez de deportación, siguió en la brecha, luchando y defendiendo sus ideas.

LUISA MICHEL: MAESTRA Y ESCRITORA

Luisa Michel, a pesar nuestro muy desconocida dentro del imaginario activista del siglo xxi, es una de las grandes referentes del anarcofeminismo mundial. Esta mujer menuda y aparentemente frágil, de silueta leve, se insurgió contra todas las adversidades y todas las tiranías de su tiempo. Luchó como pocas y dejó su experiencia para el asombro de sus contemporáneos y de las generaciones de activistas libertarios del siglo xx. En su tiempo fue muy conocida, ya que su testimonio ilustró buena parte de la prensa generalista, implicada en detenciones, revueltas, asaltos a almacenes de alimentos, o en macroprocesos en contra de la incipiente organización anarquista.

Luisa Michel nació el 29 de mayo de 1830 en Vroncourt-la-Cote (departamento de Haute-Marne, Francia) y tras una vida de novela, implicada en revueltas sociales y en proyectos escolares y vitales, murió en Marsella el 9 de enero de 1905.

Luisa Michel, era hija de una activista social, Marie Anne Michel, que trabajaba como sirvienta y de un terrateniente. Es por esto que llevó el apellido materno y existen dudas razonables sobre quien fue su verdadero progenitor (entre un padre, Etienne C. Demais, o su hijo). No obstante, fue tutelada y educada por sus abuelos paternos convencidos republicanos y racionalistas. Un perfil extraordinario ya que era diferente al de las hijas naturales de las sirvientas de su época, criadas en el analfabetismo.

Merecen destacarse los nombres de las comuneras, olvidados para la historia: Paule Minck, Nathalie Lemel, Aline Jacquier, Blanche Lefèvre, Marceline Leloup, y la valiente André Leó que nos dejó sus impresiones sobre aquellos escasos sesenta días de lucha insurreccional que conmovieron al mundo.

Aprendió letras y números y la lectura se convirtió en su gran afición. Las ideas enciclopedistas hicieron el resto, y la enseñanza se convirtió en su pasión ya que era la llave de entrada en un mundo libre y racionalista. Pronto se desveló en ella la pasión de la escritura, sus deseos de ser poeta y narradora de las historias de su tiempo, algo que conservará toda la vida y que nos aporta buena información sobre su autobiografía y sus experiencias que plasmó en varios volúmenes y artículos que poco a poco fueron recuperados en la prensa obrera de su tiempo, y que llegarían hasta nuestros medios de la mano de los editores anarquistas y de las traducciones, en el caso de España, de Anselmo Lorenzo o Fermin Salvochea.

Luisa Michel

Y en el sendero de la enseñanza, estudió para ser maestra. A los 20 años parecía que su sueño se cumplía, pero en el momento de realizar su juramento ante Napoleón III, se negó, y con ello, quedó al margen de la titulación requerida, condenada a trabajar en proyectos alternativos a la enseñanza reglada, y malviviendo con sueldos escasos y que dependían de la buena voluntad de los padres de sus alumnos. Abrió sus propias escuelas entre 1852 y 1855 en pequeñas poblaciones (Audeloncourt, Clefmont, Millières) cercanas a su comarca, y con el fin de abrirse camino empleó la escasa fortuna familiar que había heredado. Tuvo mala suerte, su racionalismo y sus ideas igualitarias le plantearon problemas con los padres de sus alumnos, muy tradicionales, por lo que decidió de partir a la gran ciudad: París. De aquellos años es ya su planteamiento de la enseñanza coeducadora y también del uso del teatro en la escuela. Sus ideas innovadoras, sin premios ni castigos, y relegando la memorización a un segundo término y primando el trabajo práctico y el conocimiento de las ciencias naturales y el excursionismo escolar.

París se revelaba como la puerta abierta a la escritura y a la poesía, a la posibilidad de la vida bohemia y de frecuentar a literatos y editoriales, y efectivamente, allí consolidó su gran amistad con el hombre que admiraba, el gran escritor Víctor Hugo. Mantenían correspondencia desde 1850, cuando ella aún vivía en el campo, y siguieron carteándose hasta 1879.
Desde 1856 hasta los hechos de la Comuna (1871) Luisa Michel trabajó sin descanso como profesora, durante 15 años en su escuela (24 de la rue Houdon y posteriormente en Oudot). En las noches escribía sin descanso, frecuentaba los cafés y escuchaba historias que plasmar en sus cuartillas. De estos años son sus primeros poemas que ven la luz, los firma con un seudónimo masculino, ya que sabe de la misoginia de sus conciudadanos que no aceptan los escritos de las mujeres. Así firma como Enjoldras, el personaje republicano, efébico y mártir de Los miserables de Hugo. En las noches parisinas, en los ambientes del activismo revolucionario y en los círculos insurreccionales de Blanqui, conoció a Eugène Varlin, Raoul Rigault y Emile Eudes. Su personalidad cautivó al popular editor de Le Cri du Peuple, Jules Vallès que la invitó a colaborar con sus textos. Pronto conoció a su compañero, con el que se unió libremente en 1870, Théophile Ferré, uno de los fusilados el 28 de noviembre de 1871, por su participación en La Comuna de París.

Su biografía dio un vuelco a partir de su participación en La Comuna, a partir de aquí, la maestra y activista se convirtió en el faro de luz de los libertarios de todas las épocas, ya que desde el primer día, junto con su madre, se implicó en las barricadas de París

Dentro de los círculos blanquistas, Luisa participaba en todas las revueltas urbanas, ella misma explicaba que el 12 de enero (1870) había participado en el entierro del periodista republicano Víctor Noir asesinado por un emboscado parapolicial. Michel se vistió con atuendo masculino para no llamar la atención y con un revolver en el bolsillo, ante el peligro de un enfrentamiento armado. En agosto participó en la gran manifestación a favor de Etudes y Brideau, detenidos injustamente y entregó un escrito de Michelet a las autoridades. En octubre lanzó proclamas a la enfermeras y a los «ciudadanos del librepensamiento» para defender la ciudad de los prusianos y formó en los comités de vigilancia de distrito XVIII y participó en una gran manifestación a final de mes a favor de La Comuna, dos meses después fue arrestada por primera vez por participar en una manifestación de mujeres.

LUISA MICHEL Y LA COMUNA DE PARIS: MUJERES EN LAS BARRICADAS

Su biografía dio un vuelco a partir de su participación en La Comuna, a partir de aquí, la maestra y activista se convirtió en el faro de luz de los libertarios de todas las épocas, ya que desde el primer día, junto con su madre, se implicó en las barricadas de París. En enero de 1871, Luisa Michel abrió fuego contra las tropas del general Trochu. Formaba parte de la multitud organizada y armada que defendía la alcaldía de París del ejercito invasor y de los versalleses. Luisa Michel, vestida de guarda nacional se convirtió en un icono feminista, en el momento en que La Comuna había empezado a caminar.

La situación en Francia era terrible: Napoleón III había sido derrotado por los prusianos y se preparaba la marcha de los vencedores sobre la capital. Los parisinos impidieron rendir la ciudad, no querían verla humillada. Así que se organizaron por barriadas y pronto aparecieron las primeras barricadas, como las añoradas de 1848. Los internacionalistas salieron a las calles, los republicanos, los blanquistas y un sinnúmero de proletarios urbanos, mujeres, parados y un largo etcétera. De entre las internacionalistas destacamos a Elisabeth Dmitrief que fue una de las primeras en empuñar las armas y a llamar a la autoorganización femenina a partir de la Unión de Mujeres por la Defensa de París. Se montaron asambleas y charlas, y se autorganizaron panaderías y tabernas para poder alimentar a la población. La labor de las mujeres como enfermeras y ambulancieras las llevó a las barricadas donde recogían las armas de aquellos que caían y ellas mismas se sumaban a la defensa de la ciudad.

La actividad se multiplicó en aquellos meses densos de febril actividad: la población se organizaba a partir del diálogo y la asamblea permanente, siendo consciente de su propia fuerza.

Merecen destacarse los nombres de las comuneras, olvidados para la historia: Paule Minck, Nathalie Lemel, Aline Jacquier, Blanche Lefèvre, Marceline Leloup, y la valiente André Leó que nos dejó sus impresiones sobre aquellos escasos sesenta días de lucha insurreccional que conmovieron al mundo.

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