No volver a la normalidad

Comarcal Sur, Madrid | Fotografía: Protesta del pasado 25 de mayo | Extraído del cnt nº 424

Atravesadas por un insoportable dolor, entre el estupor de imágenes y cifras causadas, no por un ser vivo irracional, sino por el crudo reflejo del manejo de la pandemia en un contexto de casi inexistente salud pública. Como único aspecto positivo, ahora reflexionamos sobre si hemos hecho lo suficiente para defender una sanidad pública de calidad, relegando su prioridad ante la inconsciente sensación de vivir en un entorno seguro y controlado en cuanto a salud. La crisis que disuelve el espejismo de la invulnerabilidad del primer mundo, es la ocasión propicia para diferenciar salud y sanidad.

Las epidemias se combaten en la sociedad, no en los hospitales, pero el hospitalcentrismo es mucho más rentable para los lobbys. En el proceso de privatización del sistema sanitario, además de las cuestiones que veníamos avanzando hace tiempo las entidades vinculadas a la Coordinadora Antiprivatizavión de la Sanidad (CAS), hoy hemos recibido un curso acelerado de lo que se tenía o no que haber hecho. Sin horizonte, como sonda del presente y del futuro, valga el ejemplo en la Comunidad de Madrid: exterminio de mayores, abandono de trabajadoras de la sanidad y de la gente, mientras posan en IFEMA, triplicando coste medio sanitario, gracias a soldadores, sanitarios, bomberos,.., en condiciones de absoluto riesgo, desmantelando la Atención Primaria y especializada de zona, que aún no han vuelto al nivel anterior al confinamiento, y como remate: el anuncio de «un gran hospital para epidemias en Valdebebas». Sin palabras. ¿De dónde saldrán los recursos humanos? ¿Qué pasa con hospitales o alas abandonadas? ¿Qué va a hacer la privada?

Aquí no se ha librado ningún territorio. Con independencia del color de sus responsables políticos, ha prevalecido el color del dinero. Sin dejar de alertar estos años sobre el coste en vidas y calidad de vida de la privatización, nos hemos sentido algo solas en la lucha, especialmente en Madrid, uno de los territorios más perjudicados por recortes y privatizaciones, de la mano de otros territorios y países. Triste constatación.

Bajo mínimos

Por recortes de plantillas, falta de material y coordinación, los centros sanitarios de Madrid —y otros puntos del estado— han estado colapsados, sus trabajadoras dejándose la piel y arriesgando sus vidas. Este país es líder mundial en porcentaje de infectadas sanitarias (15%) y de no asistenciales (9%). Hasta el 11 de mayo se han notificado 41.000 sanitarias diagnosticadas (79% mujeres), un 24% del total. En hospitales, si bien se hicieron milagros de multiplicación de camas y UCIs dentro de los centros, ahora precisamos no repetir aquello y contar con planes realistas, junto con recursos aumentados, cualificados y específicos.

Resultan muy afectadas, también, categorías privatizadas como limpieza —sin datos oficiales—, estimando un 50% de infectadas en muchas plantillas de Madrid. Esperable, ante la demora en EPIs de su empresa y no recibir del propio centro sanitario. El corporativismo sanitario invisibiliza a menudo el sacrificio, profesionalidad y riesgo de estas trabajadoras de la sanidad, piezas fundamentales del servicio.

El personal sanitario de Barcelona protesta contra la precariedad laboral en el sector de la Sanidad Pública

Pues bien, mientras sindicatos como Sindicato Asambleario de Sanidad (SAS) y CNT Comarcal Sur Madrid, así como CAS, entre otros, registraban denuncias y querellas por la situación en centros sanitarios públicos y privados, ¿Qué hacían las gerencias, aparte de jugar al ping-pong con el ministerio? Pues, entre otras lindezas: obligar a trabajar a sanitarias con síntomas leves de COVID (Madrid); poner carteles prohibiendo las mascarillas ¡! (V.Macarena, Sevilla) o repartir miles de mascarillas falsas o caducadas como en Madrid o Andalucía.

Y en cuanto a Primaria: un pésimo balance. Por la escasez de EPIs, con poco acceso a pruebas diagnósticas, sin refuerzos y con una ingente carga burocrática de IT y justificantes…, sólo en mayo, el 50% de PCRs al personal en Madrid fueron positivas. Entre enfermos y destinados a IFEMA, cerraron durante casi dos meses muchos Centros de Salud y de Urgencias de Atención Primaria. No se puede atender así la carga asistencial de una pandemia, mucho menos la cronicidad y qué decir de lo comunitario. Por eso se dice que hay muertos de COVID y por el COVID.

Y como las fichas de dominó, si las solicitudes de PCRs procedentes de Atención Primaria se multiplican, fruto de la Orden SND 404/2020, se desbordan en Microbiología: Falta espacio, instrumentos y personal para este incremento de demanda, junto con la recuperación de la actividad normal y añadiendo los recursos materiales y humanos que se necesitan sólo para recogida de datos que solicitan las consejerías, algunas más exigentes que la propia orden. Exigen, pero no dan recursos, ni corresponsabilizan a la privada.

Y qué llamativa la ausencia de cifras estatales/autonómicas que cuantifiquen la «contribución» concertado-privada a la lucha contra la pandemia, ni cuánto será su coste. De este «compromiso» social, baste una muestra: CNT Comarcal Sur Madrid tuvo que denunciar en pleno pico de pandemia que ERTEs en hospitales privados, que se quisiera obligar a sus sanitarios a coger vacaciones, o que se cerraran recursos,… ¿El «mando único» ahí no ha pasado de puntillas?

Censura y represión

Sin separar pacientes respiratorios/no respiratorios, con gente por el suelo, sin EPIs, con orden de no trasladar a hospital público a los mayores atrapados y contagiados en su residencia, pero factible con seguro privado; morir solo en lo público, sin derecho a información, pero con acompañante en la privada; sin PCRs para esenciales, pero sí para políticos y futbolistas de élite… en fin, incómodas verdades, ocultadas por los protocolos informativos concretos establecidos en los medios y acoso para quienes se salieran del redil.

¿Aprenderemos?

Que la «privatización mata», o que el engorde de la privada debilita el sistema público y aun así la sanidad pública tiene su potencia, cierto. Pero la salud pública es mucho más que sanidad.

Con el foco aún sobre determinantes sociales de la salud tras la última Conferencia CNT Regional Centro, vino la pandemia a recalcar que la salud individual refleja el grado de salud comunitaria, colectivista. No paramos la curva con hospitales o respiradores, si no protegiendo a otras por nosotras mismas: con el confinamiento extremo, higiene, mascarilla, renuncia al contacto, sí, pero también con solidaridad, autogestión, autoorganización, creatividad…

Necesitamos proximidad y descentralización, por ello, revirtiendo la privatización con la derogación de la ley 15/97 y el rescate de todo lo privatizado, podríamos resetear hacia una atención primaria centrada en la salud colectiva y universal, democrática, suprimiendo redes paralelas, con incompatibilidad pública/privada y dejando fuera a las empresas, incluso de la industria sanitaria-farmacéutica.

Pero, antes de nada, no merecemos llamarnos personas mientras sigamos consintiendo que nuestros mayores o personas con discapacidad sean tratados como despojos, sin dignidad, desahuciados por quienes ayer tanto criticaban la muerte digna. No oímos ahora a la Iglesia Católica.
Por ellos y por nosotras, por justicia, deberían ser los primeros de nuestra lista.

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