Octavia, de Basilio Martín Patino (2002)

Sin Basilio Martín Patino no se puede entender el cine ni los últimos 50 años de la sociedad española. Desde «Nueve cartas a Berta» (1966), su primer largometraje, hasta el reciente «Libre te quiero» (2012). Es por ello por lo que hemos escogido para abrir esta sección una secuencia de «Octavia», la película que destila más arte y vida sobre los 30 años de transición y monarquía parlamentaria. En 2002, quien quisiera podía darse cuenta del desolador mensaje que encerraba. Por ello el público, todavía encandilado por el Retablo de las Maravillas, la ignoró y los críticos la ningunearon directamente. Nada ni nadie podía estropear el sarao. Diez años más tarde la plegaria «Stabat Mater» con la música de Pergolessi resuena más aflictiva que nunca cuando vemos el entierro de la muchacha que venía a un viejo mundo nuevo y se encontró con una España más casposa que nunca, en la que la iglesia seguía cerrando el ciclo vital. Aunque el ataúd no lleve ningún símbolo religioso.

Los poco más de 4 minutos de la secuencia encierran 5908 fotogramas llenos de arte y vida. Los oráculos no son propiedad exclusiva de ninguna iglesia. Aunque sea el rito católico el que presida el entierro y lo primero que veamos antes de que la cámara pase junto al féretro y, recorriendo el banco de los familiares, una voz en off comience a recordar cómo iban en la infancia allí a rezar, anestesiados, para degradarles inoculándoles la culpa y el miedo. A continuación la voz se funde con el comienzo de la oración mientras que el plano cambia a la casa desde la que los amigos de la difunta asisten al entierro. Al frente el caballo blanco en el que Octavia ha paseado su libertad por las calles de la ciudad símbolo de los viejos tiempos más vigentes que nunca.

Al llegar al cementerio se produce el milagro de la Naturaleza. Teresa Berganza entona el canto fúnebre y la vida del momento irrumpe por su cuenta. Allí estaba la cámara para recoger los pequeños copos que caían en diagonal. El pasado se hace arte e historia, al poder reconstruirlo tras pasar por la mesa de montaje, en los planos finales de la secuencia. Después la voz en off, mientras la imagen se pasea por los que supuestamente se quedan vivos, nos recalca el mensaje último de la película: estamos inmersos en la desolación, no parece que haya esperanza. Recuerda el castigo turco de atar al criminal de por vida a un cadáver. Como han quedado los vivos. Sólo Octavia, con su muerte, ha podido desatarse.

Aunque en el último plano aparece el Patino siempre joven. El que sale a la calle a rodar los latidos de la sociedad, el que mantiene la esperanza. Aunque desolados por la muerte de su amiga, llorosos, allí están otros chavales como la desaparecida. Quizás ellos puedan tener mejor suerte. Quizás alguno aparezca en los planos primaverales de la madrileña Puerta del Sol. Quien seguro seguirá atado a perpetuidad a su cadáver será aquél crítico que, cuando el estreno de «Octavia», aseguraba que se trataba de una extraña película, con una peculiar belleza que, seguramente recibiría grandes alabanzas en el futuro. Cuando, a su vez, él sea el cadáver al que esté atado su hijo.

Título original: Octavia
Año: 2002 (España)
Director: Basilio Martín Patino
Productor: Carmen Gullón
Guionista: Basilio Martín Patino
Fotografía: José Luis López-Linares
Música: «Stabat Mater» de Giovanni Battista Pergolesi, interpretado por Teresa Berganza

Legal disclaimer. «CNT y CINE. Entre el arte y la vida… 24 veces por segundo» es una sección sin fines comerciales, de Germinal e Isaías Griñolo, para la Revista de Pensamiento Libertario ESTUDIOS, con el objetivo didáctico de difundir y homenajear a los directores reseñados.

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