Soy usufructuaria de una vagina. El propietario es el patriarcado

PALABRAS PADENTRO | Ilustración (fragmento) de Ana Nan | Extraído del cnt nº 429.

La palabra emancipación va emparejada ineludiblemente a la de sumisión o sujeción. Y es una palabra potente, porque implica no sólo el reconocimiento de una situación de opresión, sino la lucha por salir de ella y sobre todo, por tejer nuevas redes de autonomía y nuevos presentes sin miedo. 

«¿Quieres cultura, libertad, igualdad y justicia? Pues ve y conquístalas, no quieras que otros vengan a dártelas», decía Ricardo Mella. Pero pienso en mí, en nosotras, y en las telarañas que rodean la búsqueda de esa liberación, en cómo emancipar nuestras mentes y nuestros cuerpos sin que eso acarree la represión de otras. Y no sé por dónde empezar.

Quiero trabajar para ser mi propio sustento, pero me veo incapaz de pelear un convenio que me ata a un mundo de hombres incapaces de conjugar el verbo conciliar, así que juego con sus armas y me visto de ellos. Y ato a mi madre, a mi abuela, les encargo mi crianza, porque así soy libre de no pelear ni de ser consciente de que la riqueza la produzco yo, no la empresa. No entiendo mi nómina, pero el contrato promete alargar mi vida laboral lo suficiente para poder pagar otra suscripción a Netflix. 

Quiero ser independiente emocionalmente, pero busco parejas para no sentirme el verso suelto del 2 x 1 de las ofertas del supermercado. Cuando me aburra siempre puedo abrirme una cuenta en Tinder con el manoseado «Con pareja. Discreción», que pulula por la red. Y así no sentirme sola, porque hemos aprendido que soltera es sola, sin complementos, sin brazo del que agarrarse en las fotografías. Y nos negamos a disfrutar de esa soledad, ancladas en convencionalismos.

Quiero follar con libertad, pero la etiqueta de puta pesa demasiado, así que prefiero fingir a explorar mi cuerpo y olvido reclamar mi derecho al placer. Mi orgasmo no es necesario para la reproducción, así que en algún momento decido ser casta y espero, en el rincón de algún bar, que alguien se me acerque y me recuerde que tengo un cuerpo con el que disfrutar. Pero no demasiado. 

La emancipación es cosa nuestra. Porque la sumisión es nuestro aprendizaje. 

Quiero libertad, el derecho a la expresarme libremente, el derecho de todos a cosas bellas.

Emma Goldman.
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