De redes sociales, manipulación mediática y equidistancia.

COLUMNISTAS | ENRIQUE HOZ

Cuando decidí abrirme un perfil de Facebook (el motivo de esa decisión es lo de menos) me marqué unas pautas de funcionamiento. Una de ellas consiste en opinar, cuando dispongo de ganas y de tiempo para hacerlo. Pero con un matiz: opinar de manera unidireccional, es decir, no entrar en debates ya que el debate escrito es lento, farragoso, mal sincronizado y, sobre todo, otorga minutos de gloria a muchos de los imbéciles que han encontrado en Facebook su forma de creer que sientan cátedra, cuando en realidad no hacen más que mostrar que la imbecilidad no tiene límites.

No entrar en debates escritos no significa que no lea lo que otros escriben porque el estímulo que conlleva la lectura ayuda a reflexionar.

He tenido oportunidad de leer en varias ocasiones el simplista razonamiento de que los extremismos no son buenos y de esta forma se acaba equiparando, desde un punto de vista ideológico, el concepto de extrema derecha con el de extrema izquierda.

Para que se vea la diferencia hay que recordar, así, a grandes rasgos, que la extrema derecha es un hervidero de racismo, de machismo, de xenofobia, de autoritarismo, etc., de una visión monocromática de la sociedad que no encaja con un pensamiento de izquierda, por muy adjetivada que esté de extrema. Sí que creo, y lo manifiesto claramente, que aun considerándolos como dos credos políticos totalmente antagónicos la frontera que los separa puede ser muy fina si la doctrina de extrema izquierda se interpreta como una verdad cuasi religiosa.

Por ser militante de la CNT el discurso políticamente correcto me sitúa en la extrema izquierda. Mis opiniones no son imparciales ya que se sustentan sobre unos cimientos ideológicos concretos. Es más, se podría afirmar con rotundidad, dado que una decisión u opinión tiene un sustento en algo, que la imparcialidad no existe, incluso para aquellos que cómodamente se autocalifican de apolíticos sin darse cuenta de que el apoliticismo ya es, en sí mismo, un posicionamiento político.

A raíz de la noticia mediante la cual se han hecho conocidos los nombres de Rodrigo Lanza y Víctor Laínez ha corrido ya mucha tinta y la que se supone que correrá. Dos hombres cuyas vidas se cruzan en un bar con el resultado final de uno muerto y otro detenido y que, en este caso, representan espectros ideológicos opuestos.

Preferiría que no se hubiese producido ese cruce de vidas. No le deseo mal a nadie y aquí también incluyo a la gente que me puede hacer daño, pero yo establezco mi propia escala de prioridades de qué muertes me afectan mucho, poco o nada.

Ignoro lo que ha sucedido realmente dentro del bar, hay testimonios encontrados, sí, pero al no estar presente en el momento de los hechos mi “posicionamiento” no puede evitar tomar como punto de partida mi base ideológica. Por si no lo has entendido, asumiendo todas mis imperfecciones y contradicciones, y sin que justifique lo que haya podido suceder, en este caso, estoy más cerca de Rodrigo Lanza.

Ya lo sabes, apolítico, izquierdosillo de postal, no me des lecciones de equidistancia política porque yo ni te las he pedido ni pretendo dártelas… sólo opino.

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