Urbanismo revolucionario en el Gijón de 1936–1937

El derrumbamiento del entramado de poder estatal en julio de 1936 supuso una oportunidad única para Gijón de realizar una serie de reformas urbanas de marcado carácter revolucionario.

Pedro Pablo Bazán | Periódico CNT

Fotografía: AMG (Colección C.
Suárez)

Tras el derrumbe del aparato estatal republicano a
partir del 18 de julio de 1936, en Asturias se
establecen dos formas de organización diferentes entre sí según las bases de las
mismas. En Sama, el Comité Provincial del Frente Popular y en Gijón, el Comité
de Guerra, que influenciaba no sólo el área de Gijón sino la franja costera que
va desde Avilés hasta Villaviciosa.

El Comité de Sama, de mayoría socialista (P.S.O.E. y
U.G.T.), con el diputado a Cortes González Peña a la cabeza, constituirá formas
de gobierno que tratarán de continuar con la legalidad republicana. El de
Gijón, de clara inspiración anarquista y revolucionaria, organizará todos los
aspectos de la vida cotidiana durante el periodo de la guerra-revolución (dirección
de las milicias, abastos, vigilancia, trabajo, etc.) en base a sus principios
libertarios. Éste a su vez se descentraliza en los distintos comités que han
ido formándose de forma espontánea (de fábrica, de barriada, etc.) De esta
forma, se suprime el uso del dinero y se prohíbe el cobro de servicios, todos se
suministraba a través de los vales editados por los comités respectivos. El
propio presidente de la República (Manuel Azaña) se quejó, escandalizado, de
este hecho.

Entre septiembre y octubre de 1936 y con Largo
Caballero asumiendo la presidencia del Gobierno de la República, se establece
en toda la zona republicana un intento de reconstrucción del Estado y de sus
órganos, lo que en Gijón supuso la sustitución del Comité de Guerra por una
Gestora Municipal, al frente de la cuál fue nombrado como Alcalde, Avelino
González Mallada (ex Secretario General del Comité Nacional de la C.N.T., ex
director del periódico CNT y no mucho
antes, Secretario General de la Regional de Asturias, León y Palencia). Esta
nueva Gestora Municipal desarrolló sus funciones hasta agosto de 1937, siendo
sustituida por un nuevo Consejo municipal, una vez ya instalado en Gijón el Consejo
Soberano de Asturias y León.

El
periodo de la Gestora Municipal, será una época de especial relevancia para la
ciudad de Gijón, ya que entre sus objetivos se encontraba realizar una profunda
reordenación urbana, tendente a regularizar y mejorar tanto la ya por entonces,
caótica estructura urbana, como las barriadas obreras.

Se empieza por las demoliciones, usando un tramite
burocrático directo por el que la incautación y el derribo se efectuaban tras
el preceptivo acuerdo municipal quedando pendiente el posible pago de indemnizaciones.
Fueron así demolidos los destartalados balnearios en estado de abandono de la
Playa de San Lorenzo: Las Carolinas y La Favorita, cuyo estado de conservación
suponía un riesgo público, martillos de casas: en la calle Capua, las populares
Casas de Veronda, la manzana donde estaba el Hospital de Caridad, el acceso al
arrabal de La Rueda, el antiguo Mercado Jovellanos, etc. y aquellas estructuras
que impedían el ensanchamiento de las principales vías de comunicación
(principio de la Avda. de Schultz, Carretera de Oviedo, calle de Fernández
Vallín, etc.). 

Durante el transcurso de la guerra también serán
derribadas dos iglesias parroquiales: San Pedro -en plena primera línea de
playa- y San José, y otras sufrieron importantes daños que hicieron necesaria
su reconstrucción al acabar el conflicto, como la de San Lorenzo.

Las demoliciones, realizadas entre octubre y
diciembre de 1936, serán paralizadas por el veto de la Consejería de Obras
Públicas del órgano político
regional, por estar en contra de la forma de realizar las ocupaciones de fincas
urbanas, es decir, por no atenerse éstas a la legalidad republicana anterior a
la sublevación militar.

En junio de 1937 se lanza un ambicioso Plan de
Reformas, aprobado en agosto y en el que se planificó una estación central y
única para autocares y trenes, con dos emplazamientos posibles, el primero
donde estaba situada la Estación de Ferrocarril del Norte y el segundo en la
zona de La Braña que comunicaría con una nueva vía a construir con el centro de
la ciudad, (paradójicamente 77 años después aún se está en proceso de realizar
un plan parecido, con la estación intermodal).

Además, se planificó una vía costera que permitiría
recorrer todo el litoral gijonés, de Este a Oeste, lo que conllevaba el derribo
de iglesia de San Pedro, así como el del Club de Regatas, centro de reunión de
la alta sociedad gijonesa, emplazados ambos en primera línea de costa,
colindantes a la playa de San Lorenzo. Si bien sí se realizó el derribo de la
Iglesia de San Pedro (ya dañada por un bombardeo republicano durante la
Revolución de 1934), no ocurrió lo mismo con el Club de Regatas. Aún así, en la
actualidad se ha trazado una senda que permite pasear por toda la costa del
municipio de Gijón, a excepción de la parte que ocupa el citado Club de Regatas.

El plan, preveía además, la construcción de una
ronda de circunvalación que desviara el trafico rodado pesado de la ciudad
(realizada 60 años después), y la creación de zonas verdes en los barrios
obreros (retomada parcialmente también a partir de los años 80).

El plan recogía viejas aspiraciones de reformas
urbanas de los Ayuntamientos republicanos que los intereses particulares
burgueses habían paralizado. Esta es la clave principal de  la transformación de la ciudad que introducía
el plan: se primaba el interés general colectivo, al superarse las
restricciones impuestas por el concepto de propiedad privada de la legislación
republicana.

El plan se construyó sobre los principios racionalistas
y humanistas típicos del pensamiento libertario de la época, se adelantó
décadas a las transformaciones urbanas posteriores, y de haberse completado en
su totalidad, hubiera hecho de Gijón una ciudad más racional en lo urbano, más
integrada con el hombre y la naturaleza y, sobre todo, ajena a los intereses
del capitalismo.

Además de su relevancia urbanística, el Plan permitía el
empleo de toda la mano de obra disponible, la que no había ido,
voluntariamente, a formar parte de las milicias. Este factor unido a las colectivizaciones
realizadas en sectores claves del panorama laboral gijonés de la época
(pesca, industria naval, etc.) permitió rozar el pleno empleo en el municipio, lo que propició
que junto a la correcta organización de la retaguardia se garantizara la
provisión de suministros para la ciudad. 
Si bien esta situación inicial se vio rápidamente desgastada por el
transcurso de la guerra, ya que la movilización de la población civil supuso la
desaparición paulatina de la mano de obra, y unido este hecho al aislamiento
del Frente Norte, se generó una escasez general de suministros.

Tras el final de la Guerra Civil, las autoridades
franquistas, observando la utilidad del plan retomaron en parte el mismo en el
que sería el: Plan Valentín Gamazo de 1947, obviando aspectos que eliminaban su
carácter revolucionario y de servicio al pueblo (reconstrucción de la iglesia
de San Pedro lindando el litoral, mantenimiento de las instalaciones del Club
de Regatas, etc.), finalmente el choque, de nuevo, entre los intereses
particulares y los generales hizo que la mayor parte de las grandes
transformaciones previstas en el nuevo plan quedaran en papel mojado.

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