Cualquier crisis supone una oportunidad para implementar una política de reajustes. Magnífico administrador de los tiempos, el Estado español, dando por superadas las dramáticas repercusiones de la debacle económica de 2008, considera que ha llegado el momento de coser algunos de los rotos que le han salido durante cuarenta años de andadura. El mayor de estos descosidos no se lo ha provocado, como hubiéramos deseado, una revuelta de las exangües clases trabajadoras, sino un movimiento de desobediencia capitaneado –aunque dicho liderazgo se viese eclipsado en la calle por la sociedad civil– desde las instituciones catalanas, de carácter transversal pero, al mismo
tiempo, con un inequívoco componente popular nacido de un profundo malestar social.
Leer más 155: El preámbulo de la Segunda Transición